La vida como mudanza 🚚
Una mudanza no es mas que un cambio. La vida no es mas que un cambio. Y por ende, mudanza y vida, pueden ser sinónimos.
En una mudanza, lo que estamos haciendo es cambiar: nos movemos de un lugar a otro.
Lo que ocurre, es que en una mudanza nos llevamos todo con nosotros.
Aunque en realidad, no todo, porque muchas cosas se van, al poder mirarlas, sin habernos detenido a hacerlo antes, o no con tanto detenimiento. Al decidir qué empacar, qué dejar, qué nos va a caber, qué ya no va, o sí va, con el nuevo espacio.
1.
Me pasó con la ropa y tuve una realización gigante. En este caso no fue al empacar, sino al desempacar en la nueva casa.
Desempacando varias prendas, caí en cuenta de algo. Yo solo regalaba ropa si ya no la usaba, si ya no la necesitaba, si sentía que no me la iba a poner más, si ya no era funcional.
Pero esta vez, llegó un click distinto: la ropa no solo puede irse si está vieja o si ya no la necesito. Puede irse, también, si no quiero tenerla más. Porque, puede haber ropa que me siga sirviendo, que siga necesitando, que con seguridad podría volverme a poner, que incluso me guste, pero al mismo tiempo, puedo decidir no tenerla más, simplemente porque no quiero.
Ya fue suficiente. Ya cumplió su ciclo (y de nuevo, no en términos de tiempo o de uso, sino en términos de no querer conservarla más).
Puede irse todo lo que no queremos que siga estando aquí, sin que haya necesidad de otra razón más que esa.
Y desde ese lugar, un montón de espacio se liberó en mi vestier, para ser habitado por algo más.
Por un ciclo nuevo, por otras prendas que sí quisiera tener, que me hablen de la nueva vida que hoy vivo, que me hablen de nuevos inicios.
2.
Pero saliéndonos de la ropa y volviendo al comienzo, porque la desempacada no es el comienzo, me voy al acto de empacar. Al acto de trasladar lo que existió en un espacio, para ocupar uno nuevo.
Esa empacada, y ese traslado, son caóticos. Y acá la palabra caótico no la uso con una connotación negativa, la uso para denotar una gran cantidad de movimiento.
El caos, en últimas, simplemente es mucho movimiento (adentro o afuera). La connotación negativa, se la damos nosotros.
El traslado es caótico, porque hay mucho que empacar. Es toda una casa. Es decir, toda una vida. Son una cantidad de elementos que habitan esa casa. Es decir, esa vida.
Y pensando en esto, viviendo ese proceso de empacar y de trasladar lo empacado a ese nuevo lugar, es donde por primera vez pensé en la vida como mudanza: las mudanzas son los cambios que vivimos.
O los cambios que vivimos, son como las mudanzas.
Son caóticos, en el sentido de que generan mucho movimiento (adentro o afuera). Y como el movimiento llega para sacudirnos, a veces sentimos que el movimiento, o la sacudida (la mudanza) nos va a desbordar.
Hay mucho por gestionar: el camión, los trabajadores, las cajas, la cancelación de servicios en la vieja casa, la instalación de servicios en la nueva, y todo este Fragmento podría ser dedicado a enumerar esa lista de ítems a gestionar, por eso lo dejo aquí.
Todo eso por gestionar, se sale de la dinámica conocida, una dinámica que va más allá de nuestra cotidianidad, que en últimas, lo que viene a hacer es generar una disrupción en esa cotidianidad, generar una cantidad de acciones y esfuerzos de nuestro lado, para que todo, en esa nueva casa, empiece a funcionar.
Eso es lo que ocurre con los cambios: nos sacan de la dinámica conocida. Generan una disrupción en nuestra cotidianidad, y requieren una cantidad de acciones y esfuerzos de nuestro lado, que no estamos acostumbrados a realizar, para que eso nuevo que está del otro lado del cambio que estamos viviendo, empiece a funcionar, y deje de ser tan caótico.
Y lo que se nos olvida, es que toda novedad, deja de ser nueva en algún momento. Se nos olvida que la mudanza tiene día de terminación. No nos estamos mudando eternamente.
En un punto (para algunos más rápido que para otros, dependiendo de nuestro aprendizaje, de nuestras personalidades, de nuestras dinámicas internas en relación con lo externo), las cajas ya han sido desempacadas, el wifi ya ha sido instalado, los muebles acomodados, los pisos y paredes limpiados, las cajas de recuerdos habitado sus nuevas casas dentro de los cajones de la mesa de noche.
Se nos olvida que como la vida es movimiento, en algún momento se va a dejar de mover (no del todo, pero sí a ese ritmo que la mudanza demanda).
Se nos olvida que tras el movimiento, llegará el disfrute, la emoción por el espacio nuevo, la dinámica que empezaremos a construir, dentro de la vida que ahora vivimos.
Pero lo más importante sería, darnos cuenta, que ese disfrute, puede habitar incluso el caos.
Pero como nuestra humanidad está siempre presente, si lo único que existe es caos: dejo de pelear con él, y recuerdo que sí o sí, en algún momento, esta mudanza habrá terminado.
Este cambio ya no tendrá el nombre de cambio, porque ha dejado de ser nuevo, y ya lo integramos a nuestra nueva vida: que es la misma vida, con algo distinto, como una casa en la cual vivir.
3.
Y aquí vuelvo al tema de la empacada.
Específicamente, al posponer dentro de esa empacada. Me pasó que cuando ya lo había empacado casi todo, igual quedaban algunas cosas por fuera.
Esas cosas fueron las que intencionalmente desde el comienzo, dejé por fuera de la empacada porque no sabía que hacer con ellas.
Por ejemplo, un coco (jajajja). Un coco que llevaba desde el 2019 a la entrada de la puerta de mi cuarto como símbolo de protección. A la hora de empacar, el coco fue quedando por ahí, por fuera de las cajas, pero también por fuera de la basura. “¿Lo boto? ¿Me lo llevo para hacer ritual? ¿Qué hago?”.
Y cómo no sabía qué hacer con él, no hacía nada.
Y eso es lo que tantas veces, también, hacemos en nuestras vidas. Como no sabemos que hacer, no hacemos nada. Y se nos olvida, por un lado, que no sabemos antes de saber. Y se nos olvida, por otro lado, que por más que pospongamos, lo pendiente seguirá ahí, esperando a que dejemos de posponerlo.
Dejamos para el final cosas con las que no sabemos qué hacer. Pero igual hay que empacarlas, o desecharlas. En cualquier caso, ese no saber qué hacer siempre se resolverá con una acción: o empacar, o desechar.
Porque cuando todo esté empacado, y los camiones ya se hayan llevado lo empacado, quedará el coco ahí, en mitad del escritorio, esperando a que decidamos.
4.
Me voy ahora para la dinámica dentro de la casa nueva.
Trato de prender la luz hundiendo el switch hacia la derecha, intento hacia el otro lado, pero nada pasa, el switch no se mueve, no se prende la luz.
Lo miro, y me doy cuenta de que este nuevo switch se prende hundiéndolo hacia abajo, y no hacia los lados. Aquí el switch es distinto.
Y así es la vida, así son los cambios, porque un cambio es como una mudanza, ya lo sabemos: en la casa nueva, muchas cosas funcionarán distinto.
En el trabajo nuevo, en la relación nueva, en el país nuevo, con el perro nuevo, muchas cosas funcionarán distinto. Y no significa que sean mejores o peores, simplemente, diferentes, y desconocidas.
Y mientras aprendemos cómo funciona eso diferente, eso desconocido, muchas veces hundiremos el switch y no se prenderá la luz.
Estamos descubriendo cómo es que se prende.
En últimas, y haciendo uso de este juego de apalabras, estamos en proceso de a-prender. Prender la luz, aprender a prenderla. Y mientras aprendemos, nos costará un poco, y nos pedirá tiempo.
Por eso, démonos tiempo de explorar la nueva casa. Démonos tiempo de aprender, de descubrir cómo es que este cambio funciona.
5.
Y aquí me devuelvo a la empacada otra vez (¿ven cómo la vida lo único que hace es moverse, y cómo ese proceso no es linear, así como estos hilos de pensamientos?).
En mi casa vieja muchos papeles y carteleras permanecieron pegados a la pared durante mucho tiempo, muchos años.
Cuando las estaba despegando, varias cintas se quedaron adheridas a la pared, otras lo que hicieron fue “descascarar” la pintura, dañarla.
Pero no por eso evité pegar la cartelera en un comienzo (aunque este pensamiento de lo que podría generar al final, no existía en ese entonces).
Hoy sí existe, pero pronto estarán pegadas en mi nueva casa.
No dejamos de pegar carteleras porque con el tiempo vaya a quedar una marca, o vaya a generarse un daño en la pared.
No dejamos de vivir por lo que pueda pasar luego.
En últimas, no sabemos qué vaya a pasar luego. Puede que la cinta no deje una marca, puede que no se genere un daño, o puede que sí. Pero no lo sabemos.
Y si sí ocurre: quedó una marca, una herida, un daño. Lo reparamos. Lo disfrutamos mientras existió, y luego nos hacemos cargo de lo que nos deja.
6.
Viviendo este proceso, viéndolo desde afuera, y desde adentro, lo que pensé tantas veces fue: it takes a village. Hace falta una aldea.
Al igual que con el proceso del poemario, en soledad no habría sido posible. O puede que sí hubiera sido posible (porque todo lo es) pero el camino habría sido mucho más solitario, más difícil, seguro mucho más lento y más extenuante.
En la mudanza veía la cantidad de gente ayudando y solo pensaba: esta es nuestra aldea.
Y también pensaba: en el futuro, cuando me esté mudando a mi nueva, propia casa, ¿cuál será mi aldea? Y me respondí que sería esta misma, seguro con otras personas que no alcanzo a dimensionar hoy, pero que ya están aquí.
Cierro como empecé:
Una mudanza no es mas que un cambio. La vida no es mas que un cambio. Y por ende, mudanza y vida, pueden ser sinónimos.
La diferencia con una mudanza y con la vida, es que la vida es un cambio que nunca termina, porque está llena de mudanzas.
¿Cómo van a ser las nuestras?
P.D. En esta vida llena de mudanzas, te invito a ser parte de nuestra aldea, para que el proceso sea menos solitario, menos caótico.
Las dos aldeas de las que puedes ser parte:
Escribir para sanar mayo. Descuento hasta el 17 de abril.
La vida que escribimos mayo. Descuento hasta el 1 de mayo.
Nos vemos del mismo lado 😍✍🏼❣️