La vida responde ✨
Me siento aquí con una cantidad de cosas por dentro.
Tan raro.
Con una cantidad de cosas por dentro que son tantas, que no sé por dónde empezar.
Tan raro.
Así que simplemente empiezo.
Voy a empezar por lo que ya escribí, anoche, en un arranque de euforia y de gratitud, que tal vez muchos de ustedes no leyeron, porque el algoritmo es jodidito (no eres la única).
Y empiezo por ahí para profundizar en lo que no puedo profundizar en Instagram.
Les contaba que ayer cerraba mi día con cuatro nuevas Escritoras inscritas a mi cursos (Escribir para sanar o La vida que escribimos).
Fue una locura completa (es decir, magia completa), porque literalmente hace una semana tenía miedo porque faltaba un mes y había muy pocas inscritas.
Y luego ayer, boom, exactamente una semana después, la chispa encendió el fuego.
Hace un par de meses, cuando estaba organizando todo para abrir estos nuevos grupos, tenía miedo porque iba a subir el precio otra vez, y, ¿donde nadie se inscribiera?
Sí, ese miedo siempre está, a pesar de llevar haciendo esto ya tres años.
Les hablé mucho de esto en uno de los episodios del podcast: Cómo darle vida a un anhelo del corazón.
Está el miedo, pero luego siempre llega la evidencia de que el miedo es infundado.
De que siempre hay personas dispuestas a pagar lo que tengo para ofrecerles (que es inmenso, y esa es la chispa que enciende el fuego: reconocer que lo que tengo para ofrecer es inmenso, y que vamos con toda, con las personas que haya, con lo que venga).
Siempre aparecen las personas, pero debería hablar en singular: cuando aparece UNA persona, la primera persona, ese es mi SÍ de la vida.
Cuando esa primera persona llega, inmediatamente pienso: precio desbloqueado. Miedo desbloqueado. SÍ hay personas que se van a inscribir, porque aquí está la evidencia.
Y aunque eso no significa que el miedo desaparezca, ya mi mente no tiene cómo decirme cosas que no son: nadie se va a inscribir, porque ya hay una persona inscrita.
Pero sigo retrocediendo en el tiempo.
En diciembre estaba muerta de pánico porque iba a doblar el precio y ¡¿quién se iba a inscribir?!
Se inscribieron más personas de las que jamás se habían inscrito.
Abrí mi grupo más grande de Escribir para sanar hasta el momento. Y pudo haberlo sido aún más, si lo hubiera querido.
Sigo retrocediendo en el tiempo.
En mayo de 2020 (cuando todo comenzó) le pregunté a mi familia si cobrar 20 dólares por el curso estaría bien. Lo que cobré en pesos colombianos fueron 80 mil pesos.
20 DÓLARES. 80 MIL PESOS 🤯
ESCRIBIR PARA SANAR VALIÓ 20 DÓLARES DURANTE MUCHO TIEMPO.
–Y quienes ya son Escritoras o Escritores para sanar, saben lo poquito que es, pensando en lo que existe detrás–.
Eso hablaba de mí.
Del tanto camino que me faltaba por recorrer (y me sigue faltando).
De la mucha valoración que estaba construyendo.
Ahí mi mente me decía cosas como: estamos en cuarentena, hay mucha gente muy mal económicamente, por esta situación nadie tiene con qué pagar más.
Bullshit.
Esa era la justificación, pero en el fondo, detrás, estaba siempre el miedo a cobrar más porque no era lo suficientemente valioso.
Yo no era lo suficientemente valiosa, para mí.
No significa que los productos o servicios que son “económicos” que ofrecen otras personas hable de su poca valoración. Hay infinitos motivos por los que elegimos que el precio sea uno u otro.
Pero en mi caso, eso es lo que ha significado: mi falta de valoración, y mi miedo.
Y cuando descubrimos la motivación de nuestras acciones, es que podemos elegir vivir nuestras vidas desde una motivación distinta, elegida, nuestra.
Les he escrito mucho, que yo me cansé de vivir desde el miedo, desde la falta de valoración, desde achiquitarme, y desde no creerme el cuento.
Y este ha sido el año para empezar a creérmelo.
Pero ojo, porque nuestras mentes son expertas en empezar.
En quedarse empezando, en querer empezar, en desear.
No nos quedamos en empezar.
Yo no me quedé en empezar.
Yo lo empecé a vivir, lo estoy viviendo, y lo seguiré viviendo por el resto de mi vida:
Creerme el cuento, dejar de achiquitarme, no hacerle caso a mis miedos (esto último lo vengo haciendo desde que todo este camino comenzó, y ha transformado mi vida, lo saben).
Así que mis precios seguirán subiendo, hasta que sienta que el valor económico es equivalente al valor que entrego, al tamaño de este corazón que pongo ahí, por y con ustedes, siempre.
Pero esa es una buena noticia, porque que ustedes se inscriban al valor que voy estableciendo, habla de ustedes.
Y no me refiero a lo económico.
Me refiero a lo que tienen adentro, a la decisión de hacer inversiones que tienen el potencial de transformar sus vidas.
Nuestras vidas.
Y a mayor inversión, a mayores motivaciones elegidas, a mayores acciones conscientes, mayor retorno, siempre.
Y aquí la segunda parte de esta historia.
Gran parte de la magia de todo esto que les estoy contando, de esos miedos con evidencia en su contra, de este boom de inscripciones, es que todos estos últimos días he tenido casi cero pesos en mi cuenta (porque hice una inversión muy grande recientemente, en mí, con todo y miedo).
Pero cada que voy a quedar en ceros, alguien se inscribe.
Y lo MÁS MÁS MÁS mágico es que la plata ENTRA a mi cuenta cuando PAGO algo.
Es decir, cuando la plata SALE de mi cuenta.
Cuando compro algo que mi Luisa de antes de no compraría porque no tenía casi plata en la cuenta.
Porque “no era necesario”. Porque era un “gusto”, un “lujo”, un “no indispensable.”
Pero ojo aquí.
Esto hace parte de mi aprendizaje. Y aquí es donde entra el autoconocimiento.
Hay personas que desde el automático, desde la inconsciencia (falta de información sobre sí mismos) son expertas en gastar, en suplir carencias con compras, en comprar siempre con un motivo que mira hacia afuera:
Que me admiren, demostrar algo, sentirme bien con esta nueva compra, evitar sentir lo que no quiero sentir tapándolo con el rush de comprar.
Hay personas cuyo aprendizaje puede estar en el manejo del dinero, en darle importancia a lo importante, a lo necesario, y no comprar a la loca, por decirlo así.
Ese no ha sido mi caso.
Yo he sido experta en no darme gusto, en “gastar” solo lo necesario, en fijarme siempre en el precio, en no “gastar” en “bobadas”, en no conectarme conmigo desde ese mundo de la materia.
Y por eso cuando hago algo diferente a eso que ha sido mi automático, cuando invierto en mí aunque mi mente me diga que no es necesario (como el body azul, el vestido azul),
cuando invierto en MÍ, desde la celebración, desde el salir de mi mente, desde el conectarme con lo sensorial, con mi femenino, con el disfrute,
cuando invierto a pesar de que no haya casi plata en la cuenta,
y, obviamente, cuando invierto en mi crecimiento interior,
ahí es donde la magia sucede.
Porque la vida responde, siempre.
Porque la abundancia es un eterno dar y recibir.
Y la vida sabe cuándo estamos haciendo algo que viene desde una motivación nuestra, elegida, voluntaria, que apoya nuestro trabajo interior.
Así que yo confío en que lo que sale va a volver, e invierto desde la abundancia y no desde la escasez.
Desde el: va a llegar.
Y no desde el: se está acabando.
Y llega.
Entra.
Se multiplica.
Así que, gracias.
Les doy gracias a ustedes.
Por ser mi evidencia de la vida.
Por ser mis SÍ de la vida.
Por ser mis compañeras de camino (y un par de compañeros) en este proceso de creerme el cuento, de dejar de achiquitarme, de escribir esto que llevo adentro porque sé que hay alguien que va a leerlo.
–PERO NO OLVIDEN QUE ESCRIBIMOS AUNQUE NADIE VAYA A LEERLO.
ESCRIBIMOS, COMO SI NADIE FUERA A LEERLO–.
Por invertir en ustedes, porque cuando invierten en ustedes, podemos encontrarnos.
Nos vemos en Escribir para sanar.
O nos vemos en La vida que escribimos.
O nos vemos en Metamorfosis.
Que le permitamos a la magia, manifestarse.
Nos necesita.