Primeras veces 👰
Al sentarme a escribir este Fragmento, aparece una sensación de ahogo:
No sé de qué escribir.
No sé qué quiero escribir.
Hay mucho sobre lo que podría escribir.
Pero no tengo nada que escribir.
¿De qué escribo?
Qué buen “problema” a tener: tanto por escribir que no sabemos por dónde empezar.
Sentir que hay tanto, que termina siendo nada.
Así que en medio de ese ahogo mental, me recuerdo precisamente esto: es mental.
Cómo no voy a tener de qué escribir,
si nací para hacerlo.
–¿Qué naciste para hacer?–
Y aquí lo recuerdo.
O aquí aparece.
Mientras escribo, mientras releo; descifro de qué quiero escribir en este Fragmento.
Lo supe anoche. Lo escribí.
–Porque lo escribimos todo, y no permitimos que los clicks, los descubrimientos, las ideas, los escritos, se escapen–.
9:46 de la noche, acostada, haciendo un ejercicio que hago todas las noches (vendrá para nuestra MasterClass: Quiénes somos cuando esperamos)
llegó un click SACUDIDOR DEL MUNDO (de mi mundo)
pero ya estaba acostada, acurrucada, haciendo mi ejercicio, cómoda, así que dije: mañana lo escribo.
NO.
Mañana nunca.
Mañana lo olvidamos.
Mañana la fuerza se ha ido, se ha escapado, se ha perdido.
Así que me desacurruqué, y escribí.
Y escribí.
Y escribí.
(Les compartiré lo escrito al final de este Fragmento en un link a mi cuenta de poesía).
Lo que descubrí fue:
Yo nunca me había considerado digna de ser una novia.
Así.
Digna de ser una novia el día de su matrimonio.
Yo JAMÁS me había visualizado entrando a la iglesia.
JAMÁS me había visualizado con el vestido blanco.
JAMÁS me había visto sonreír mientras caminaba hasta donde mi amado.
Esto no significa que no haya querido casarme toda mi vida (he querido casarme toda mi vida, he querido la propuesta, el vestido blanco, el compañero),
pero JAMÁS había considerado que pudiera ser una realidad para mí.
Es muy loco, porque yo nunca he sentido que no vaya a encontrar a alguien con quien compartir mi vida,
pero hasta anoche me di cuenta, de que detrás de esta falta de imaginarme con el vestido blanco,
lo que ha existido es una creencia de no sentirme suficiente (y tal vez una duda frente a esa certeza de encontrar a alguien con quien compartir mi vida).
No ser suficiente para ser el centro de atención el día de mi matrimonio.
No ser suficiente para tener todas las miradas sobre mí.
No ser suficiente para tener la fotógrafa tomándome fotos.
No ser suficiente para ser yo, ella, con el vestido blanco, en un día completico para mí, para ella con el vestido blanco, rodeada por todas las personas que ama, caminando hacia su compañero de vida.
¿Me entienden?
No sé si me entiendan.
Tal vez cuando lean el escrito textual (advertencia: mucho spanglish), entenderán mejor.
Pero lo que quiero escribir aquí, es:
Anoche, por primera vez en mi vida, al verme sonreír con mi vestido blanco, con mi velo, con la fotógrafa tomándome fotos, en un día completo para mí,
me reconocí suficiente.
Esa visualización por primera vez en 28 años, me habla de que algo ha cambiado en mi interior.
Ya sé que lo soy –suficiente–.
Y mucho más.
Cómo no, si yo soy la mujer de mis sueños.
Cómo no voy a tener un día completico para mí, las miradas en mí, la atención en mí, el amor en mí, y a mi amor esperándome a mí,
si soy la mujer que soy.
Uffff.
Fue increíble: darme cuenta de todo lo que esta visualización, por primera vez, representaba.
Y fue increíble, tener esa visualización, por primera vez, que me habla de amor.
Amor hacia mí.
Trabajo conmigo.
Cambio.
Estar aquí.
Así que.
Espero,
que a aquellas visualizaciones que son nuevas
antes inimaginables
antes imperceptibles porque no existían
antes desconocidas porque nunca las habíamos visto
las abracemos cuando se presenten.
Las busquemos cuando aún no se han presentado.
Les preguntemos por qué era que no habían llegado.
Y nos encarguemos,
de construirlas.
De abrirles espacio.
De permitirles existir.
De demostrarnos lo contrario.
De saber,
que podemos elegirlas.
Y que son nuestras,
para vivirlas,
disfrutarlas
llamarlas propias,
una vez,
las construyamos.