Yo no sabía... 🌞
Yo siempre soñé con escribir un libro (el sueño de la niña de ojos claros), pero no sabía ni si iba a escribirlo, ni cómo, ni mucho menos que sería un libro de poesía.
Yo no compré un libro de poesía hasta mis 26 años.
Yo no sabía que yo era poeta.
Y yo no sabía que yo era capaz de darle vida a algo tangible en el mundo de la materia, por fuera de mi imaginación, por fuera de mi corazón, como lo es un libro.
Pero lo hice, y supe cómo, después de haberlo hecho.
Después de haberlo hecho, supe que nunca me senté a escribir el libro.
Supe que el libro se escribió, mientras lloraba.
Porque escribir es mi forma de llorar.
Después de haberlo hecho, supe que el libro se empezó a escribir en el 2017.
Sin yo saber que lo estaba escribiendo.
Mientras flotaba en un barco sobre un mar muy muy frío en un lugar muy muy lejano.
Mientras veía a parejas de viejitos bailar.
Y en sus ojos, nos veía a nosotros.
Y pensaba en él, y lo extrañaba.
Flotando en ese barco, escribí dos poemas.
El primero, da inicio a Lo que queda después del sol.
El segundo, no lo incluí.
Tal vez porque no era un poema.
Pero aunque no fuera un poema, hablaba de mucho amor.
Hoy, releyéndolo, siento que debí haberlo incluido.
Pero no hay tal cosa como “debí”.
Así que tal vez ese segundo poema no poema, dé inicio a un segundo poemario (que ya se está escribiendo).
O simplemente, sea mi recordatorio eterno, de lo que alguna vez sentí, viendo a parejas de viejitos bailar, mientras flotaba en un barco sobre un mar muy muy frío en un lugar muy muy lejano.
Después de haberlo hecho, supe que el libro iba a terminar de escribirse en el último mes del 2020.
Diciembre, al lado del mar, esta vez, un mar caliente, en un lugar muy cercano.
Un lugar tan cercano, que durante tantos días, se fundió con lo que salía de mis manos.
Durante tantos días, la única forma de sobrevivir a ese lugar tan cercano, tan colmado de historias, de amor, de ausencia, de risas perdidas, era escribir.
Así que escribí, para sobrevivir a ese lugar que ya no era nuestro.
Y escribí.
Y escribí.
Y escribí.
Hasta que ya no hubo forma de llorar más.
Y un año después, en el último mes del 2021, esa historia de amor, y de dolor, en forma de poemas, nació en un libro azul profundo del fondo del mar, para llegar a otros cuerpos.
Y ese mismo mes, el último del 2021, un segundo poemario empezó a escribirse, al lado del mar.
Y dos años después, en el último mes del 2022, faltando 14 días para el aniversario del nacimiento de ese libro azul profundo del fondo del mar, ya todos los cuerpos que estaban destinados a recibir el libro azul profundo del fondo del mar en sus corazones, lo recibieron.
Y hoy, 14 de diciembre de 2022 (aniversario), han pasado dos años, pero en realidad, han pasado cinco años, pero en realidad, han pasado seis años, pero en realidad, han pasado diez años, pero en realidad, han pasado tantas vidas.
Y todas, las que nos faltan.
Así que, todo este Fragmento de tiempo para:
Primero: celebrar lo que ha sido Lo que queda después del sol en mi vida.
Segundo: agradecerles, por ser parte de Lo que queda después del sol, y recibir un pedacito de mi corazón, en los suyos.
Tercero: recordarles que no sabemos cómo lo vamos a lograr, hasta que lo hayamos logrado.
No sabemos cómo vamos a escribir el libro, hasta que lo escribamos.
No sabemos cómo va a verse nuestra vida, hasta que la hayamos vivido.
Así que.
Ve y vive.
Ve y escribe el libro.
Ve y da los pasos, para que la vida, te encuentre caminando.
Y para que después de mucho caminar, esa vida sepa:
Aquí hay una caminante.
Es hora, de encontrar.
Y encontraremos.
¿Cómo?
No lo sabemos.
Y no hace falta.
PD. Ayer, con la energía del 13, del Ave Fénix, salió nuevo episodio de Lo que nos habita podcast: para escuchar en momentos difíciles.