¿Cómo funciona el corazón?
El corazón funciona a través de canciones. Aquellas que nos hablan de lo que estamos viviendo, aquellas que nos recuerdan lo que vivimos, aquellas que nos hablan de lo que todavía no ha sido.
¿Quieres saber de qué está hecho un corazón? Préstale atención a las canciones que escucha, el momento en que las escucha, cuándo vuelve a ellas, y cuándo las deja.
Salvedad: No sé si esto aplique para todos los corazones. No sé si hay corazones que no están en sintonía con la música en sus oídos, y pueden oír lo que sea, cuando sea, siempre con tintes similares, sin distinción.
Así que voy a hablar de corazones como los míos.
Tratándose de corazones como los míos (me atrevo a decir que la mayoría de los que están aquí leyendo esto), los desciframos con base en las canciones que escuchamos.
No siempre es la letra, a veces es la melodía. A veces son ambas. A veces es la letra, y no la melodía.
Pero siempre, hay algo en la música que nos habla de lo nuestro, algo en la música que delata los latidos, algo en la música que son los latidos mismos.
Los latidos son la música de nuestra vida. La música, es el soundtrack que los acompaña, que habla por ellos, que dice: este latido hoy está sintiendo esto, está anhelando esto, recordando esto, decidiendo esto distinto.
Y a veces, cuando la música aparentemente no dice nada, en realidad está diciendo mucho. Está diciendo que todo anda bien (“bien” para nosotros los seres humanos que creemos que “bien” es cuando nada pasa), que el electrocardiograma tiene un ritmo normal, que no hay mucho movimiento, mucho sacudón, que toda canción es bienvenida, que toda canción vale, que no hay una búsqueda de sosiego, o una búsqueda que hable de nostalgia, o una búsqueda que hable de nada, en particular, mas que los latidos que siguen latiendo.
¿Cómo funciona un corazón?
Un corazón, aunque parezca tener un ritmo constante, una subida y una bajada, un latido latido latido boom boom boom, siempre está cambiando de ritmo.
Y cuando digo siempre, me refiero a siempre por momentos. Es decir, un “siempre” puede durar una semana, un mes, tres meses (el ritmo se conservó durante este tiempo). Un “siempre” puede durar unos minutos en un día, una hora, tres horas, un día (el ritmo se conservó durante este tiempo). Pero siempre, durando más, durando menos, el ritmo cambia.
Sube, baja, y vuelve a bajar.
Como las canciones.
Que inician, despacio y pasito, más suave, más lento, y van subiendo, llegan a la parte que infla pulmones –o los desinfla, cuando se quedan sin aire tras gritar– y vuelve a empezar.
Terminan abruptamente, a veces.
Y a veces, hay tiempo para saber que ya van a terminar.
¿Cómo funciona un corazón?
Un corazón funciona a veces eligiendo las canciones que escucha, para cambiar lo que es, no desde la pelea, pero desde la certeza de que la música tiene una fuerza que ancla, que salva, que transforma, que cala profundo en la piel, para que el mundo se sienta distinto.
Un corazón funciona a veces escuchando las canciones que se han elegido a sí mismas, porque son esas, las que describen ese “siempre”, las que describen los latidos que hoy son, las que abren la llave para que el corazón lata sintiendo, sin aspirar a nada distinto a sentir.
Un corazón funciona a veces escuchando las canciones que susurran recuerdos, porque a veces, un corazón solo quiere recordar.
Un corazón funciona a veces encontrando en la canción que llegó por sincronicidad, la palabra que hacía falta, el mensaje que estaba encriptado, la voz que sabe cuál es el camino.
Porque hay una voz, que siempre sabe cuál es el camino.
Y a veces la música, la entrega.
Y a veces el corazón, la escucha.