Hoy empecé libreta.
Como siempre, al empezar libreta (y al terminarla) escribo un manifiesto en la primera página (o en la última). Para cerrar, o para iniciar, dependiendo del caso, aunque en últimas, son sinónimos.
Un cierre es un inicio.
Y un inicio es siempre un cierre.
Este fue el manifiesto de inicio de esta libreta nueva
Confío en la vida que se muere todo el tiempo. Confío en la vida que siempre vuelve a nacer. Confío en ella porque renace tras morirse sin falta sin falta siempre vuelve siempre está aquí. Confío en la vida completamente y cómo no si los hombres han llegado hasta la luna. Si la geometría de cada planta es sinónimo de perfección. Si el sol aunque se esconda nunca se va. Si hay olores que no se han perdido tras tantos años sumados de olvido que vuelven siempre como una foto como una marca en la piel. Confío en la vida que se muere todo el tiempo. Y que siempre vuelve a nacer. Confío en ella que también soy yo. Y cómo no si estamos aquí con tantos contra todo pronóstico ahora ciertos que la vida de antes se reiría. Con tanto tan nuestro que ahora es verdad. L.RR
*
Y pienso en esos contra todo pronóstico, y viene a mi mente la imagen de la Luisa de hace cuatro días (14 de diciembre), en esos videos que Jose grabó (larga vida a las personas que te toman fotos/videos sin pedírselo), en nuestro círculo de escritura de Somos las poetas vivas (AMADO. Nos vemos en enero para el segundo 🖊️🥀).
Hoy ver a esa Luisa guiando ese círculo es algo normal (no del todo, por eso estoy escribiendo al respecto; todavía me impacta verme haciéndolo).
Hace unos años, era algo imposible.
Yo no sé si ustedes saben (sé que muchas sí), que hablar en público era mi peor pesadilla.
Desde siempre.
Desde niña en el colegio. Desde adolescente en el colegio. Desde adolescente en la universidad. Desde adulta en su trabajo.
Y la ironía (perfecta) es que mi trabajo (elegido muy intencionalmente) consiste casi que exclusivamente en hablar en público.
Al principio, estuve al borde de la muerte –del terror– varias veces (2019).
Hoy ese terror ya es muy lejano de mi realidad, y sin embargo, todavía hay miedo, antes de empezar. Lo escribí también en otro Fragmento reciente: Romper el hechizo.
Viene a mi mente al escribir esto, una carta que le escribí en el 2021 a una de mis profesoras del colegio, Miss. Cristina Mejía. Aquí un fragmento de la misma:
Hola, Miss. Cristina.
Soy Luisa y fui tu alumna cuando estaba en cuarto o quinto de primaria. Tendría diez u once años. Hoy tengo 26, y te escribo esta carta –tras posponerlo mucho–, como un acto de agradecimiento, pues te recuerdo como una persona que marcó profundamente mi infancia.
[…]
Y recuerdo, especialmente, el potencial que veías en mí, que yo no veía. Recuerdo que me hiciste saber que, a pesar de mi timidez, había en mí un potencial gigante, y te encargaste de impulsarme desde el lugar que como nuestra profesora ocupabas. No lo olvido. No sé cómo fue exactamente el proceso, pero no lo olvido.
Así que esta carta es para agradecerte por ser parte de mis “campeones de infancia”, y porque sé que podrán venir muchos años más, y el recuerdo de esa profesora que vio en mí lo que yo no tenía ni idea que existía, permanecerá.
Aunque te escriba por acá, no uso mucho Facebook. Si usas Instagram, escribo un montón en mi cuenta @luisarobledorestrepo. Creo que esa cuenta y lo que hoy hago, es gracias a una suma de un montón de sincronicidades, entre ellas tu presencia en la vida de una Luisa de 10 años. Gracias.
Febrero 9 de 2021
4:57 p.m.
Qué belleza, cierto?
Qué belleza, el impacto que una sola persona puede tener en nuestras vidas.
¿Tras todo este tiempo? Siempre.
Qué belleza que lo imposible, se vuelva cierto.
Qué belleza, que nuestros contra todo pronóstico, tengan un chance de volverse verdad, si decidimos caminar a su encuentro (aunque no tengamos ni idea de que hacia ellos caminamos).
Qué belleza la vida, que nos permite vivirla, con todo lo que trae, y darnos cuenta, de lo que se encontraba del otro lado, cuando aprendemos a confiar, en ella, y en nosotras, y a no parar nunca, de caminar.
*
PD. Todavía estás a tiempo de comprar tu ejemplar de Lo que queda después del sol, para que te llegue antes de navidad (si estás en Colombia).
Puedes aprovechar esta joyita como regalo de navidad, para personas a las que les guste el arte, la sensibilidad, los libros, la poesía (y para quienes creen que no les gusta, también, casi que meto mis manos al fuego asegurándolo jejeje), o para personas que estén atravesando un momento difícil, con independencia de sus preferencias. Que puedes ser tú.
El libro tiene un valor de 55.000 COP + 10.000 de envío. Estoy desconectada de instagram, así que puedes responder a este correo si quieres comprarlo, o escribirme a whatsapp directamente aquí.
Si estás por fuera de Colombia, también puedes comprarlo, aunque se demora un poco más en llegar. El poemario vale 15 USD, y aquí las tarifas de envío (si tu país no está aquí, escríbeme para pasarte tarifa):
España/Portugal: 30 USD (Total: 45 USD, mismo valor en euros)
Francia: 36 USD (Total: 51 USD, mismo valor en euros)
Perú/Ecuador: 25 USD (Total: 40 USD)
Costa Rica: 25 USD (Total: 40 USD)
USA: 20 USD (Total: 35 USD)
Guatemala: 20 USD (Total: 35 USD)
Argentina: 26 USD (Total: 41 USD)
México: 20 USD (Total: 35 USD)
Nos encontramos en la palabras, en lo que queda después del sol, en las experiencias humanas compartidas.
Gracias siempre.
Luisa no logré dar con la información de los envíos a Venezuela. Si me puedes indicar si sí, y el precio sería genial.