En estos días me he encontrado con un pensamiento recurrente:
no tengo casi capacidad en mi sistema
Noto mi incapacidad porque en presencia de algo como una mudanza, me siento absolutamente inútil, y siento que es algo que me supera. Como consecuencia, entra esa voz de esa mente mía, tan conocida, a decirme:
No vas a poder. Sencillamente no vas a poder con la vida.
Este es un pensamiento viejo, y otra vez; conocido. Sus caminos ya los he recorrido, sus formas siempre han sido las mías.
Ese fue el default neuronal que mi mente adoptó como propio:
No vas a poder. Sencillamente no vas a poder con la vida. Es muy grande, muy asustadora, y sencillamente, muy mal hecha –o aquí tal vez lo acertado sería decir: una vida hecha para gente que no es como vos–.
Me desmayé en la primera y única cita de acupuntura que he tenido
Me desmayé una vez leyendo una descripción asustadora en un libro
Me desmayé una vez solo al pensar en el dolor de mi –futuro– parto
En fin, sin cosas sencillas, Luisa, sin importancia, chiquitas al lado de todo lo que puede ser. Y vos desmayándote de miedo. Y vos sufriendo porque a los hombres del trasteo les va a tocar muy duro, y vos sufriendo porque te vas y no vas a ver a tus perros en cuatro días, y vos sufriendo porque te toca pedirle una cinta prestada a la vecina, y vos sufriendo porque no sabes cómo empacar los vasos y los platos, por dónde empezar, qué se mete dónde, cómo se envuelve, y cómo esta cantidad de cosas van a lograr estar juntas alguna vez, todas, en estas cajas listas para irse.
En fin. El mundo de las cosas que se tocan siempre se ha sentido muy grade para mi mente estropeada, chiquita, asustada.
Así que estos días me he encontrado con un pensamiento recurrente:
No tengo casi capacidad en mi sistema
Como si estuviera mal hecha –ya no la vida, sino yo–, como si fuera un defecto de fábrica, como si no hubiera salida, como si a causa de esa falta de capacidad, la vida no pudiera vivirse; como si estuviera yo en falta con ella, conmigo, con todo.
Pero acá llega la bondad, la redención, las huellas de los pasos que he dejado atrás, que me han traído a este lugar desde el cual escribo.
La parte de mi mente que no está estropeada, le responde a la otra;
Sí, no ha habido casi capacidad en tu sistema, esas fueron las cartas que te fueron dadas, pero que dios me perdone si sigo insistiendo en que no hago lo suficiente para expandirla; porque hago mucho, porque hago todo lo que puedo hacer.
–Esas no son las palabras que me digo, tan solo las que escribo, si tuviera que escribir entonces las que en efecto mi mente bondadosa me dice, en esos momentos de lucidez que llegan a levantar el velo, escribiría las siguientes:
Sí, no ha habido casi capacidad en tu sistema, pero la estás cultivando.
Que tu sistema no tenga mucha capacidad –para muchas cosas– sería un problema si no hicieras lo que haces, si esta vida tuya no estuviera en devoción hacia hacer el trabajo, hacia cultivar esa capacidad que es tuya, en esta existencia, para tener.
Pero lo estás –en devoción–, lo haces, lo vienes haciendo, desde hace un buen tiempo ya.
Y aunque para muchas cosas del mundo de las cosas que pueden tocarse, en efecto me falta mucha capacidad, nombro aquí algo de lo que sí, para que esa mente estropeada, lo recuerde:
Te has lanzado hacia todo lo que asusta, sin tregua y sin compasión –hacia el miedo, no hacia ti– porque decidiste, que esa era la única forma de vivir –eligiendo lo asustador, para ser libre de ello–
Creas con tus manos literalmente todos los días: le das vida a algo que puede tocarse, cada que hablas, cada que escribes. ¿Cuántas horas, de vida gestada, en libretas, en esa bitácora de clases grabadas, que no hace, sino crecer?
En contra de tu tendencia a paralizarte en presencia de lo abrumador, cada día te presentas, para hacer lo que estás aquí para hacer –en perpetua, redefinición–, y lo haces, y lo haces
Tu mente es una máquina de poemas –o tu corazón–
Cuidas a las arañas
Sanas al mundo, con tus palabras
Sanas al mundo, con tu vida expuesta, con tu permiso, para no hablar.
Invitación
Vamos a escribir para cerrar el año, para abrirle espacio a nuestra mente bondadosa, a las palabras que salen de ese corazón que al escribir nos sana, este sábado 14 de diciembre a las 10 a.m. hora Colombia, vía zoom, en nuestro ritual de escritura de cierre: escribir para cerrar. Recibes la grabación si no puedes unirte en vivo.
Valor:
Haces click en el valor correspondiente para realizar tu pago, y nos vemos del mismo lado.