Al raparme no solo me corté todo el pelo.
Al raparme le dije adiós a 29 años de vida (a toda mi vida).
Le dije adiós a lo conocido, a lo aprendido, a lo acostumbrado, a lo aceptado, a aquello a lo que había estado apegada siempre, a lo único que conocía.
Una de ustedes dejó un comentario en uno de los reels que compartí ya sin pelo, preguntándome mi opinión sobre por qué le damos tanto valor a algo como el pelo y a las opiniones de los demás sobre el mismo, por qué tanto apego. La respuesta está arriba.
Porque las mujeres tienen pelo largo o corto, pero pelo al fin y al cabo, no como un niño, y así es y así deberá ser, por los siglos de los siglos, amén.
Porque es lo conocido, lo aprendido, lo acostumbrado, lo aceptado, y con base en lo anterior, aquello a lo que nos apegamos, y nutrimos y anhelamos, y cuidamos, y cargamos, y con lo que estamos, por los siglos de los siglos, amén.
Aplica para todo.
Para la controversia alrededor de las mujeres jóvenes (y viejas) que se dejan las canas.
Para las mujeres (jóvenes y viejas) que se atreven a no inyectarse la cara con veneno y mostrar sus arrugas sin esconderlas.
Para las mujeres cómodas en cuerpos que se salen de la norma, mostrándolos y usándolos y amándolos.
Para todo lo que, en últimas, nade a contracorriente.
Contracorriente
Esa podría ser una de las palabras que describen lo que ha sido mi vida, parte de lo real que me habita, y uno de los atributos de mi ego (pueden coexistir: lo real, con lo que no lo es).
He nadado a contracorriente desde que nací, por lo menos pensando en mi mundo interno la primera parte de mi vida, porque nunca fui rebelde hacia afuera, fui en realidad una niña muy juiciosa, pero con ese inmenso: hay algo distinto aquí, y hay algo de todo esto que no me cuadra (que en mi caso se manifestaba como una rabia profunda hacia la existencia y el mundo).
Y contracorriente tal vez solo signifique eso: hay algo distinto aquí, a esa corriente, a ese cauce dirigido, direccionado, en el que la mayoría flota sin cuestionar, y hay algo de todo esto que no me cuadra, y por eso yo sí lo cuestiono (en un punto, cuando ya no hay otra opción, entiéndase, por lo menos en mi caso: cuando llega un punto de saturación, de quiebre, que llegó para mí en el 2015, y empezó este baile).
Volviendo a soltar 29 años de vida (toda mi vida)
¿Saben cuál era uno de mis miedos más grandes antes de tomar la decisión?
Dejar de gustarle a los hombres.
Así tal cual se lo dije a mi mamá, cuando ya la decisión estaba tomada, y estábamos organizando todo para llevarla a cabo: “y los hombres?”
Ella dudó una fracción de segundo, y me respondió: “eso es un fetiche, y vos no sos de fetiches”. Y procedimos.
La palabra más acertada aquí para reemplazar la palabra fetiche, sería: eso es un condicionamiento, y vos no sos de condicionamientos.
Y lo que ocurre es que lo soy, y los tengo, como todos los seres humanos (por eso el TERROR antes de ejecutar la decisión), pero sí es cierto que esa contracorriente que me habita me ha llevado a quemar tantos de ellos, y a que ese fuego que yo misma enciendo, no me asuste tanto.
Porque podemos decidir quemar algo, con un miedo muy profundo mientras lo hacemos.
Pueden coexistir.
Y saben qué paso después?
Que me escribió un hombre (de mi pasado, al que hubiera JURADO que raparme lo “desinflaría” o decepcionaría pero DEL TODO) diciéndome que había quedado demasiado sexy, y procedimos a tener una cita.
*Hechizo alrededor de ese miedo puntual, roto.
Y saben qué ha ocurrido con la acogida tan positiva que ha tenido mi rapada?
Que ha aparecido la culpa, mi ego con: es que a ti te toca más fácil con tu físico, para otras mujeres podrá ser más duro, entonces procede mi ego a restarle valor a la decisión y al proceso (aaaahhh???? Aquí el ego diría: al son que me toquen, bailo. Es decir, el ego es un cabróncito pero tan ingenioso tan hábil tan inteligente tan mañoso tan preciso tan diseñado a la perfección, que usted entréguele lo que sea, y él hará maravillas (desgracias) con lo que sea que llegue a sus manos. Como la mujer que sufre por gorda y la mujer que sufre por flaca, por ejemplo. Y POR ESO ES QUE HACEMOS EL TRABAJO).
A esto condujo este Fragmento conmemorativo de mi primer mes sin pelo.
Y cierro diciendo que.
Este sigue siendo el comienzo.
Por los siglos de los siglos, es algo que podemos atrevernos a cuestionar, si no lo hemos hecho.
Hay decisiones muy difíciles, pero podemos hacer cosas difíciles (gloria eterna a Glennon Doyle).
Todo lo que anhelas, se encuentra del otro lado del miedo, de la resistencia, de lo inconveniente.
Y cruzamos a ese otro lado, para encontrarnos no solo (y no necesariamente) con lo que anhelamos, sino con lo REAL.
Para que eso real, pueda servirnos a nosotras, primero, y al mundo, después.
*
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