I. Ten dos lapiceros.
A veces uno se acaba, o le da por no funcionar, se pone rebelde aunque su cuerpo sea transparente y nos deje ver que está lleno de tinta. No escribo y punto. No escribe él, porque tenemos otro, y nosotras, escribimos.
II. Decide que no importa.
No importa si vas a tocar un teclado o si vas a tocar páginas de papel con la tinta de alguno de los dos lapiceros. Da igual. A la escritura no le importa sobre qué superficie es escrita. Lo único que le importa, es serlo. Cobrar vida gracias a ti. Mirarte desde algún lado por fuera de tu cuerpo (la pantalla, el papel con la tinta de alguno de los dos lapiceros, da igual, con tal de que pueda mirarte).
III. Decide que importa.
Decide que escribir importa. Decide que las incoherencias, la confusión, lo repetido, el dolor, las puertas que cruzaremos, lo que queremos que venga, lo tan anhelado, importa tanto para ser escrito.
IV. Decide que vas a escribir la verdad.
La verdad que existe hoy. Y la verdad que no existe, todavía. Decide creer que lo que escribes, aunque no sea verdad hoy, podrá serlo. Decide que la verdad puede escribirse antes de que sea verdad. Decide escribirla.
V. Decide que el mundo puede ausentarse mientras escribes.
Modo avión. No correos. No whatsapp. No “voy a buscar inspiración aquí o allá”. No “es que de pronto me llaman”. Que llamen y que no contestes.
VI. Decide que no tienes que escribir como nadie más.
Tratar de escribir como alguien es como tratar de hablar como alguien (muy difícil, a menos de que seas voiceover o tengas un don para remedar). Y un sinsentido, también (a menos de que ese sea tu trabajo, o de que estés en programas de televisión como La voz, donde el propósito precisamente es imitar otras voces. Aquí no estamos en La voz. Aquí estamos en La vida. No imitamos voces. Ni escritas, ni habladas. Solo escribimos. Decide solo escribir.
VII. Decide que no hay forma de hacerlo mal.
Cuando la escritura es nuestra, no hay forma de hacerlo mal. Qué si es cierto: que hay formas de apoyarnos más, con lo que escribimos. Que hay formas que nos llevan a ser libres, mientras escribimos. Que hay formas, de escribir la libertad (y esto se los enseñaré en mi nuevo programa de escritura que viene).
VIII. Decide escribir.
Porque no hay escritura, sin escribirla.
Así como no hay vida (aunque la haya), sin vivirla.