Por dónde empieza uno cuando el mundo está inundado de palabras.
Cuando la escritura está tan viva, que no alcanzaría todo el tiempo junto, amalgamado; días noches y segundos, para terminar de escribirla, a esa escritura tan viva y tan apremiante y tan extasiante y tan llena de escalofríos.
Por dónde empieza uno cuando ocurre todo al mismo tiempo, y cuando todo, reclama, ser escrito.
Por el principio.
Por donde sea.
Listo.
Empiezo por el principio.
Pero cuál es el principio?
Junio de 2017? cuando te escribí ese primer poema (regularcito, pero es lo que hay).
Diciembre de 2016? cuando decidimos amarnos distinto.
2010? cuando empezamos a querernos.
2007? cuando teníamos 13 años, cuando le hiciste esa pregunta a tu mamá que nos dio tanta risa, después, en el tiempo que en ese entonces, no existía.
O diciembre de 2021? cuando se publicó el libro en el que quedó plasmado –casi– todo lo anterior (Lo que queda después del sol).
O diciembre de 2020? en que el “último” poema fue escrito.
O septiembre de 2020? cuando la voz en mi interior me gritó: estamos esperando el poemario.
No sabría cuál es el principio, pero no importa. Lo que importa es, que esa cantidad de principios, condujo a un final, a un libro que lo recogió todo en 343 páginas, y que existió, porque mi abuelo existió, primero.
Tributo a mi abuelo
Mi abuelo es el motivo por el que Lo que queda después del sol, ese libro de 343 páginas, joyita azul profundo del fondo del mar, mi primer poemario, existió. Existe.
En algún momento, a principios del 2019, mientras yo atravesaba una noche oscura del alma muy profunda, le dije a mi abuelo: abuelo, estoy escribiendo un libro. Y era verdad.
Tenía un archivo en word donde empecé a escribir una novela, que en realidad era un relato de mis días, de mi dolor, de mi malparidez por todo lo que estaba viviendo, de la negrura que lo ocupaba todo. Escribir en ese archivo, esa “novela”, era mi forma de no morirme, mi forma de permanecer cuerda.
Pero en un punto, cuando el dolor fue menguando, cuando los días ya no eran tan invivibles, paré de escribirla. Y al releerla (26 páginas, más o menos) no me gustó.
Así que ya no había libro. Y por eso es que cada que mi abuelo me preguntaba: cómo va el libro? Yo ya no tenía nada que responderle.
Hasta que eso cambió.
Hasta que decidí: no puede ser que yo no vaya a entregarle un libro a mi abuelo, antes de que se vaya.
Y supe, que el libro ya estaba escrito, que era la historia de un corazón roto, muchas veces, y de un corazón recuperado, muchas veces, en forma de poesía.
Que era la historia de esos principios, de ese final, de esos poemas, que te escribí a ti. Sí, casi todos te los escribí a ti. O no a ti, pero gracias a ti, que me demostraste, que podía escribir.
Porque una pieza fundamental en mi escritura, fuiste vos.
Y empecé a darle vida a ese libro, a recopilar mis poemas, a permitirle nacer.
Y mi abuelo pudo leerlo, en diciembre de 2020, en forma de manuscrito, en forma de una impresión de 388 páginas en papel bond, con una carátula plástica de color azul profundo del fondo del mar, con una carta dedicándole ese piloto a él, ese manuscrito a él, mi primer libro, a él.
Mi regalo de navidad, antes de que partiera.
Y aunque mi abuelo no pudo ver el libro ya como una joyita de otro planeta, perfecto, editado, pulido, ilustrado, diseñado de forma impecable, reducido a 343 páginas, lo pudo leer, que es lo importante. Y por él, existió.
Así que a él, por eso, y por su vida, y por su amor, le digo: gracias.
Gracias porque él fue parte de ese gran principio, o de ese gran final, que a fin de cuentas, son sinónimos.
Sincronicidades
Unido a ese principio, o a ese final, y al aniversario de regreso a casa de mi abuelo (este 2 de agosto que pasó), me encontraron una serie de sincronicidades, esta semana, que hacen parte de un principio, que viene, o que ya empezó.
Esta semana estuve sumergida en un proceso que me llevó a reconectarme, por el artificio de los recuerdos, a una persona que ya no hace parte de mi vida.
Así que hace dos días (2 de agosto), llegué a escribirle una oda a esa persona, y a mi abuelo, por su segundo aniversario de su regreso a casa. Esa oda terminó siendo un poema con dos partes, en realidad dos poemas, y son los poemas tal vez más favoritos que he escrito.
Lo que no sabía (aquí la sincronicidad), es que yo necesitaba reconectarme, gracias al artificio de los recuerdos, gracias al proceso en el estuve sumergida esta semana, justo esta semana, con esa primera persona, para, justo el día del segundo aniversario del regreso a casa de mi abuelo, poder escribir esa oda, para darme cuenta, del lugar que esa oda (dos poemas) va a ocupar en el tiempo que no existe todavía, pero que existirá, pronto.
De forma más sencilla, menos abstracta, y resumida: las dos personas a las que les escribí la oda hace dos días, están conectadas por un motivo muy lleno de latidos. Y me di cuenta, mientras escribía. Y al terminar, supe, cómo agradecerles. Y cómo hacerlas parte (a ustedes), de esa oda, de esa gratitud, de esa poesía (y no, no será parte del #poemarioE –mi segundo poemario, aunque esté gestándose–), será parte, tal vez, de algo mucho más grande que eso.
Escritura viva
Y empecé este Fragmento diciendo que la escritura está muy viva en este momento en mi vida, porque lo está.
Una muestra de ello, todo lo anterior. Y aquí específicamente algo más, a lo que me refiero:
Justo esta semana un pensamiento me atravesó que me llevó a sentir: qué bacano crear un club de escritura otra vez.
Y a mí a veces se me olvida que yo creé uno, y que estuvo muy vivo, durante 11 meses, el Club de Escritura Lo que nos habita, pero esa escritura viva, llegó esta semana, para recordármelo.
Me lo recordó en forma de un mensaje de una Escritora que hizo parte del Club, Laura Morales, y que me escribió diciéndome que su libro ya estaba publicado, que nuestro Club de Escritura Lo que nos habita fue una gran fuente de inspiración para su libro, y que quería regalármelo.
Y me lo regaló, y lo recibí esta semana, y esta fue la dedicatoria que lo acompañó:
*Y ojo a la fecha: 2 de agosto, el día más lleno de sincronicidades, y de tributo, y de sol, y de significado, de esta semana, y en mucho tiempo, –también ese día, se graduaron las primeras Catalizadoras!–.
Y al abrirlo, y hojearlo, me encontré con muchos escritos, que efectivamente, fueron el resultado de varios ejercicios de escritura que les propuse dentro del Club. Escalofríos.
Aquí el tema (resumido) de varios de esos ejercicios, fuentes de inspiración:
Sobre la luz difícil Sobre los sobres vacíos, y los sobres llenos Sobre las cartas dirigidas a extraños Sobre instrucciones para salvar nuestra propia vida Sobre el paraíso Sobre la rabia Sobre el sonido de los domingos Sobre aquello que nos ha tomado mucho tiempo darnos cuenta Sobre celebrarnos Sobre escribirle a nuestro cuerpo
Así que.
Qué escritura más viva, esta que me habita.
Esta que ya he escrito.
Esta que no está escrita.
Esta que viene.
Y por eso, y por ella, a la vida, gracias.
Y a ustedes, siempre, por leerla, a esa escritura tan viva, por leerme, gracias.