La primera regla: no hay ningún lugar al cual llegar
y por fin, empezar a entenderla (escritura análoga del 1 de diciembre)
Después de mucho tiempo siento las cosquillas, aquí, en este instante, mientras abro este archivo para escribir alguna cosa que seguro al terminar les voy a mandar. Tengo el frío de Sienna todavía pegado en el cuerpo. Hoy me puse un buzito menos grueso que los dos que me pongo siempre, porque auguraba sol. No se ha hecho presente, pero seguro llega ahorita. He vuelto a escribir. Algunos poemas, y mis páginas de por la mañana.
Siento que volví a respirar después de muchos meses sin hacerlo
así empezaron las de hoy.
Y así empezaron (y terminaron) las del 1 de diciembre de este año que pronto se va:
Estoy logrando entender la certeza, la primera regla: no hay ningún lugar al cual llegar. Este es el camino y el destino. Esta respiración. Esta palabra que al escribirla ya se ha muerto. Estas palabras muertas que solo están vivas mientras las escribo. Ni un segundo antes. Ni un segundo después. Lo estoy entendiendo. No estoy caminando para llegar a ningún lugar. Estoy caminando porque este es el camino. Porque estos son los pasos que hoy pueden pisar la tierra bajo mis pies. Porque yo elegí, y sigo eligiendo, caminar. Lo estoy entendiendo, y aquí diría “no solo desde mi mente” pero lo cierto es que nunca lo he entendido ni siquiera desde mi mente. ¿Cómo que no hay ningún lugar al cual llegar? ¿Para qué, entonces, toda esta mierda? Para algo, siempre. Para nada, hoy. Para nada que no sea hoy, aquí, estos pasos sobre esta tierra viva, que al nombrarla, ya se ha muerto.
Me explico.
Mis dolores, mis patrones, mis heridas. La pregunta al respecto no tiene sentido que siga siendo: ¿esto cómo y cuándo y será que sí, va a sanar? ¿Cómo y cuando y será que sí? ¿Cómo y cuándo y, por favor, algún día sí?
“Hoy es siempre, todavía”.
Abrirme, lograr rendirme, entregarme. La pregunta no es, no debe ser, no puede seguir siendo: ¿cómo voy a llegar allá? ¿Cómo voy a lograr rendirme, cultivar la apertura ante lo que es?
La pregunta es, podría ser, decido que sea:
¿Puedo encontrarme con este momento, que vive, frente a mí, en esta respiración?
¿Puedo ver mis manos moverse y saberme yo, la artífice de esa creación?
¿Puedo estar aquí, conmigo aquí, decidiendo caminar, solo para honrar la ridícula idea de poder moverme?
¿Puedo moverme, eligiendo que cada paso, sea el destino, mi destino, mi creación?
Me explico.
No puedo estar en otro lugar más que aquí. Podría, de eso no hay duda, he vivido en todos los lugares que nunca he conocido toda la vida que he podido contar. Pero para poder vivir sin morirme en vida, asfixiada por lo que no es pero que está siendo porque podría ser y me asusta que sea, no puedo estar en otro lugar más que aquí. No puedo vivir en otro lugar más que este.
Me explico.
Dime, lugar que piso, lugar que habito, lugar en el que me encuentro hoy, cómo quieres que te viva, que yo te vivo solamente. Ya no hablo de vida, porque toda la vida no está aquí, es una mentira, una ilusión, un guion escrito o no escrito que podría ser pero que todavía no ha sido. Por eso; lugar. Dime, lugar que piso, lugar que habito, lugar que estás aquí hoy, lugar que me mira de frente, dime, cómo quieres que te viva, que yo te vivo solamente. Conmigo, contigo. Aquí. No buscando llegar a ninguna parte, porque no hay ninguna parte a la cual llegar. No espera. No existe. No es cierta.
Buscando, como único motivo, como motivo último, caminar.
Invitación:
Vamos a escribir para cerrar el año –y para que la escritura abra lo que solo ella sabe hacer– el sábado 14 de diciembre a las 10 a.m. hora Colombia, vía zoom, en nuestro ritual de escritura de cierre: escribir para cerrar. Recibes la grabación si no puedes unirte en vivo.
Valor:
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