Es una verdad ineludible: el agua retrocede, y luego regresa.
Tendría que ocurrir algún fenómeno nunca antes visto para que el agua retrocediera y no volviera, se quedara allá atrás.
Pero incluso con ese fenómeno conocido en el que el agua retrocede y retrocede y retrocede como peleada con el mundo como escapando del mundo como un perro asustado escondiendo la cola alejándose de la persona extraña que lo quiere acariciar, el agua se va, y siempre vuelve.
Pienso en el miedo.
Cuando estoy viviendo algo que me asusta, mi miedo no es sobre eso que está ocurriendo en el momento que me asusta, que me reta. Mi miedo es sobre la posibilidad de que eso que me asusta hoy, que está vivo hoy, esa ola que ha retrocedido; nunca vuelva, nunca cambie, nunca pase, nunca vuelva a golpear (o nunca deje de hacerlo).
Llevaba muchos meses en modo: agua alejándose de la orilla, ola que ha retrocedido, y parece que no va a regresar.
Llevaba muchos meses en modo: esto me cuesta, y, dios mío, nunca va a parar de costar, nunca va a cambiar, va a ocurrir lo imposible: la ola no va a volver a romper.
Y esta es mi mente después de muchos años de hacer el trabajo –de ego– para que esa mente, en presencia del agua que ha retrocedido, no entre en pánico, no colapse, no se rinda.
Y esta soy yo con una mente que aun con miedo –tras todo este tiempo– de que la ola no vuelva a romper; no entra en pánico, no colapsa (bueno, solo un poquito, y con la diferencia de que muy intencionalmente me doy el permiso de colapsar, un ratico), no se rinde.
Me explico: soy consciente de que me espera todo el camino por recorrer, y soy consciente de que he recorrido un largo tramo del camino.
Soy consciente de que los árboles centenarios de esos que dan columpios, no han crecido, todavía. No podrían recibir columpios, todavía.
Pero los puedo ver hoy, creciendo.
Endebles, inestables, vulnerables, pero creciendo.
Existe hoy lo que antes era solo tierra, solo espacio vacío, solo imposibilidad de siquiera contemplar: puedo volver a anclarme a este momento, estoy aprendiendo a encontrarme con este momento, permito que este momento sea lo que sea que deba ser, lo que sea que es.
Sé,
que las olas siempre están rompiendo,
que el agua siempre vuelve.
Posdatas.
Si llegaste hasta aquí y disfrutaste, si mis latidos tocaron los tuyos, te agradezco muchísimo un like, solo eso.
Si quieres recorrer el camino, que los árboles crezcan, que esa certeza de que las olas van a volver a romper se vaya anclando en tu cuerpo (aprendiendo a relacionarte distinto con todo el miedo que va a seguir existiendo), nos vemos dentro de NUESTRA ARENA: arena compartida de nueve meses enfocada en trabajo de ego, en dejar nuestras armas sobre el suelo (mecanismos inconscientes y automáticos que nos hacen daño), en cultivar dosis exorbitantes de compasión hacia nuestros procesos y hacia lo que nos habita.
Aquí encuentras la info de NUESTRA ARENA.
Y si quieres escribir para que las olas te limpien, te abran, y para recordar que siempre están rompiendo, nos vemos en nuestro nuevo grupo de Latir con las manos (latidos & escritura). Vamos a escribir en compañía vía zoom, los sábados de mayo. Aquí encuentras toda la info.
Solo me queda una duda… que pasa cuando la ola vuelve como un tsunami?
Siempre logras poner en palabras cosas que a veces siento y no sé cómo nombrar. Gracias siempre por tus escritos, por tus clases, tu podcast... por lo genuino que late en estos espacios.
Seguimos... En búsqueda de lo que nos habita. 💖