Siempre hay aire, lo encontramos, y nos llena los pulmones.
Se ve de distintas formas, dependiendo de los ojos, del año, de los padres, del lugar, de aquello que tiene el nombre de casa.
Cuando hablo de aire, a lo que me refiero es, a latidos.
Siempre hay latidos.
Busca el latido, escribe Elvira Sastre.
Tal vez ese es el motivo por el que estamos en este planeta, el único, el abarcador de todos los otros motivos que pueden ser considerados motivos:
Buscar el latido.
La vida nos tiene aquí para buscar el latido que le permita a los nuestros latir más fuerte, o latir, a secas.
¿Cuáles son los latidos?
¿Y cómo se encuentran?
Deteniéndonos ante las cosquillas que sentimos cuando algo nos roba el aire.
Pareciera que los latidos se encuentran en la ausencia de los mismos.
Es decir, cuando se detiene el corazón, cuando ese aire se va, porque la vida, la belleza, los latidos, se lo han robado.
Ahí, cuando el corazón no bombea, por una fracción de segundo, es cuando descubrimos que hay latidos para nosotras.
A veces sabemos que hay latidos en aquello que encontramos, porque se oyen más fuerte dentro del pecho, se aceleran, se exacerban, hablan más duro reclamando el aire que a veces se ausenta cuando llegan.
Boom boom boom.
Pero cuáles son.
Listo, se encuentran cuando algo se roba el aire, o cuando lo devuelve.
Pero cuáles son.
Los latidos son las cosquillas.
Son la sangre estremecida.
Son los pelos parados.
Son los escalofríos eléctricos.
Son las sonrisas involuntarias.
Son la pérdida del tiempo porque pasa muy rápido y la vida a su alrededor se invisibiliza como si alguien con un manto la cubriera para que deje de rugir.
Son aquello que le queremos contar solo a esa persona.
Solo a esa persona.
Y duele, cuando ya no es, o cuando ya no está, o cuando se ha ido, o cuando pensamos: hoy no, no ahora, mejor no.
Los latidos son la palabra estraperlista, y su historia.
Leí un poema lleno de latidos, para mí.
Me encontré en él con esa palabra.
Estraperlista.
No es un poema nuevo.
Vuelvo a él, como quien vuelve a su casa después del verano, después del invierno, después de las vacaciones, después de irse.
Es decir, he vuelto a él varias veces.
Ya había leído esa palabra antes, varias veces.
¿Por qué, aquellas veces, no me detuve en ella, si nunca he sabido qué significa?
¿Por qué hoy sí, decidí buscarla?
Perdóname, no sabía que estabas esperándome.
Así que la busqué y me encontré con su significado:
“[persona] Que se dedica a la actividad ilegal del estraperlo.”
"Durante la guerra los estraperlistas proporcionaban café, azúcar y otros productos restringidos."
Cosquillas.
Bueno, pero qué es estraperlo, fucking definiciones que se definen con su propio término.
(Aunque se entienda del contexto, hay mentes que son literales, como la mía, y si busco una definición, quiero que me la definan, no que me la ejemplifiquen).
Seguí leyendo.
“El término estraperlo es usado en España para referirse al comercio ilegal de bienes sometidos a algún tipo de impuesto o tasa por el Estado. Por extensión, es una actividad irregular o intriga de algún tipo, y se usa como sinónimo de mercado negro. A quien practica el estraperlo se le llama «estraperlista».”
Cosquillas.
Seguí leyendo.
“¿Cómo se escribe estraperlo? Procede del acrónimo Straperlo, nombre de un juego de azar fraudulento que intentaron introducir en España en 1935 dos individuos llamados Strauss y Perlo.”
Latidos.
Cosquillas.
Sonrisa involuntaria.
Boom boom boom.
Aire ausente, robado, vacío, lleno de sangre.
Escalofríos eléctricos.
Foto para compartírselo a una de mis personas.
Esos son los latidos.
Algunas, como yo, los encuentran en las palabras, en sus definiciones, en su historia, en la poesía.
Perdóname, no sabía que estabas esperándome.
Y otros, lo encuentran en tanto otro que es solo suyo, porque hay latidos para cada uno, porque son distintos siempre, porque los ajenos muchas veces no se entienden, y porque los latidos existen para ser buscados.
Y nosotras, buscamos.
“Hagas lo que hagas, busca el latido”.