Hoy les voy a hablar de un barista en el cafecito en el que trabajo.
En este cafecito todo el tiempo están cambiando a los baristas, y hace un tiempo llegó él.
Como yo soy cliente recurrente, todos se saben mi nombre, saben lo que me gusta, me consienten mucho, y no hace falta que me den identificador de pedido porque cuando compro algo dicen: esto es para Luisa. Y aquí todos saben quién es Luisa.
Pues este barista llegó, y aunque llevara ya varias semanas, era como si yo no existiera: no me miraba a los ojos, no me preguntaba ni me decía mi nombre, no me saludaba si nos cruzábamos, me daba el identificador de pedido a pesar de que ya sabía que era cliente recurrente.
Era como si no le interesara saber quién era Luisa, ni entablar una relación, como la que tienen los demás, con ella.
Era la descripción de lo que en Colombia podríamos llamar: fastidioso, malaclase, antipático.
Pero en realidad.
Era solo tiempo, lo que hacía falta.
No sé en qué momento, pero pasado un buen tiempo, me empezó a saludar por mi nombre, me empezó a sonreír con los ojos, dejó de darme el identificador de pedido, y no solo eso: ya siempre es el que me regala el café.
Yo te lo regalo, me dice cuando voy a pedir algo.
Y ya es uno de mis favoritos, porque sé que la forma en la que me trata, viene desde un lugar real, y puedo ver qué es eso que lo habita.
*
Yo soy ese barista.
Yo he sido esa persona que necesita tiempo.
Y puede que en mí no se perciba como fastidiosa o malaclase (o puede que sí), pero sin duda, puedo percibirme como distante.
Hace poquito le decía a un amigo, hablando de interacciones sociales: yo necesito tiempo para entrar en calor.
Necesito tiempo para sentirme cómoda, para confiar, para soltarme, para abrirme, para querer interactuar. Esto pensando en grupos, esto pensando en personas que no son mis personas
Y he necesitado tiempo, para darme cuenta, de que así está bien.
Y por eso es que I’m always rooting for the underdog.
Y por eso es que siempre estoy de lado de “la minoría”, de quienes tienen “las de perder”, de los menos “privilegiados”.
En el sentido de: “la minoría”, “quienes tienen las de perder”, “los menos privilegiados”, pensando en una sociedad como la nuestra, son los introvertidos, las personas tímidas, aquellas que se demoran en entrar en calor, socialmente hablando.
No solo pensando en lo que viene de afuera (comentarios, juicios, expectativas).
Sino pensando en lo que viene de adentro (sus propias mentes) –las nuestras– (con comentarios, juicios, expectativas y por ende: autoexigencia).
Porque, yo toda mi vida fui the underdog, pensando en mi personalidad, mis miedos, mi forma en entornos sociales.
Y siempre necesité, que alguien parecida a mí, me dijera que the underdogs (la minoría, los diferentes, los "en desventaja”), tenían un poder muy inmenso en su interior –tienen– del mismo tamaño de sus corazones, más callados que el resto.
Y que ese poder no tiene que cotorrear como el resto, no tiene que hablar duro como el resto, para ser valioso, sentido, expresado.
Y que ese poder, con esa forma nuestra, más callada que el resto, puede llevarnos igual de lejos.
Y que el necesitar un poco más de tiempo, hace la historia más significativa.
Y por eso es que es importante recordar que es muy fácil decir: esa persona es muy antipática.
Y sería muy increíble decir: esa persona solo necesita un poco más de tiempo.
Así que.
Que nuestro poder ruja mucho, sabiendo que rugir no es sinónimo de volumen, ni de cantidad de palabras.
Que nos permitamos encontrar –y reconocer– las extrañas joyas ocultas en nuestro interior, y en el interior de quienes nos rodean.
Que sepamos que aceptar lo real que nos habita (en nosotras, y en los otros), es lo que nos conducirá de regreso a casa, y que transformar lo que no lo es, es lo que nos hará libres.
Gracias por esto. Yo he ido encontrando las joyas de ser introvertida y sé que seguiré encontrando ♥️ Solo necesitamos tiempo.