Lo real es que me aterroriza la vida.
La vida que falta, la vida que viene.
Me aterroriza el dolor de los corazones rotos, que no se han roto todavía, pero que algún día, se van a romper.
Al mirar los ojos de Caoba, o de Gitana, y pensar, que habrá un momento, en que no van a existir al mismo tiempo, esos dos pares de ojos que amo tanto, que nacieron al mismo tiempo, que no han existido nunca sin la otra, por nombrar solo un ejemplo, solo un corazón roto que no se ha roto todavía.
Lo real es que el miedo no se ha ido para ninguna parte.
A veces, no muy frecuentemente, pero a veces, me inunda ese miedo, ese terror, por lo tanto que falta (no en términos de falta mucho tiempo, sino en términos de faltan muchas experiencias por vivir).
Lo real, también, es que hoy tengo con qué vivírmelo distinto.
Antes, esa era mi vida: todo el tiempo sumergida en el terror.
Hoy: lo veo llegar, y escribo –las más de las veces, escritura nuestra–, que para eso es que hacemos el trabajo, y que lo estamos haciendo.
Porque para eso es que hacemos el trabajo (de ego, interior, de patrones, de sombra, de autoconocimiento, de regreso a nuestro cuerpo, como sea que lo queramos llamar):
Para sentir llegar al miedo, darnos cuenta de que no se ha ido para ninguna parte, pero ahora, ya no vivir sumergidas en él.
Para que el miedo, no se convierta en una catástrofe que aún no ha ocurrido, y sea solo eso: un miedo que llegó, un miedo que nos habla del camino que todavía existe, para recorrerse.
Lo real es que el miedo sigue ocupando mucho espacio.
Lo real es que mi vida ya no es de él.
Lo real es que sin el trabajo, mi vida seguiría siendo suya. Y por eso, es que hacemos el trabajo. Y por eso cuando el miedo aparece, yo le recuerdo, que lo estamos haciendo.
Estamos haciendo el trabajo, para que el miedo, no lidere tanto el baile.
Estamos haciendo el trabajo, para convertirnos en la mujer que somos (esa versión real, que existe tras las capas de distorsión), en la mujer que puede sostener mucho más de lo que su ego le hace creer, mucho más de lo que su sistema nervioso desregulado ha podido sostener.
Estamos haciendo el trabajo, para vivirnos lo que sea que la vida nos entregue, con los brazos abiertos, con aceptación radical, con responsabilidad radical, con sentir radical.
Estamos haciendo el trabajo, para tener nuestros pies muy firmemente anclados a la tierra, y nuestros ojos mirando siempre al cielo.
Así que frente a la pregunta de: vale la pena? el esfuerzo? tanto trabajo (interior)?
La respuesta será siempre, sí.
Sí y mil veces sí.
Me acordé de este poema de la primera edición de Lo que queda después del sol:
Para hacer el trabajo en compañía, nos vemos en Escribir para sanar & descubrir lo que nos habita 2024, nuestro proceso amado de escritura enfocada en autoconocimiento, un proceso ahora de dos meses, para sumergirnos profundo, y empezar a encontrarnos con lo que se encuentra del otro lado, o en medio del trayecto mismo, al hacer el trabajo, y poder decirle a la vida con certeza, que lo estamos haciendo.
Gracias por este 2023, en compañía, y que el 2024 no nos entregue lo que estamos buscando, sino algo mucho más grande que eso.
So be it.
Hecho está.
Hecho está. 🙌🏽