Entro a whatsapp a la una de la tarde y veo un mensaje de mi tía:
Luisis, si quieres que se te ponga la piel linda…[inserte aquí recomendación estética]… tú has sido una mujer muy bonita y debes cuidar tu belleza, por eso te lo digo […] ensaya y verás […] aprovecha y sé la luisa hermosa que siempre fuiste […] te lo digo con mucho amor, ser bella e inteligente y diferente son compatibles….[me manda fotos de mi Luisa de hace muchos años].
Dejo por fuera un montón de partes porque sencillamente me muero de la ira y no quiero conservarlo para la posteridad. Leo los mensajes (dos buenos párrafos) y se me llena la cara de sangre, la siento subir y llenarme la cabeza, se me hunde el estómago con el peso de cien piedras [se activa una parte de vergüenza dentro de mí], aprieto los dientes. Le respondo rápido y tecleo mal. Tengo que editar el mensaje. Me abstengo de insultarla y de decirle que no me joda y que coma mierda. Me abstengo porque la amo y no quiero hacerla sentir mal. Pero en realidad, me abstengo porque no quiero arrepentirme. Porque sé que cargaría con el peso de: hice algo mal, y ya la próxima vez que nos viéramos yo estaría sufriendo anticipando el encuentro haciendo todo más incómodo de lo que en realidad es.
Vuelvo a releer los mensajes y siento la sangre en mi cara y todo mi cuerpo tensionado y mi vista nublada por la sangre y por la vergüenza y por las ganas de gritar y de asesinar.
Vergüenza porque cuando la leo, lo que leo es: estás horrible, tenés la piel asquerosa, todos te vimos el 24 y pensamos: uy como está de fea, como tiene la piel de mal. Vergüenza porque con su mensaje confirmo el miedo de mi mente: van a ver lo mal que tengo la piel, van a ver lo imperfecta que soy.
Inmediatamente suelto el celular y me voy para el espejo. Me miro obsesivamente cuando hace un par de días (o un solo día) había declarado una tregua con mi piel estropeada.
La tregua se vio de la siguiente manera:
Llegué aquí, a este lugar frente al mar que me conoce de todas las maneras, y una de las voces que existe en mi mente le preguntó a esa cara que veía frente al espejo:
¿Qué tal si fueras una chimba? [una cosa divina, una mamacita, una bizcocha] Qué tal si cada que te miraras al espejo te sorprendieras con tu belleza. Nada que criticar. Nada que mejorar. Nada que ocultar. Nada imperfecto que perfeccionar. Qué tal si cada que te miraras al espejo, las palabras que salieran de tu boca, genuinamente fueran: eavemaría mi amor. Qué bizcocha. Qué mamacita. Sos una cosa de locos. Qué tal, si así como estás –ojo, no estoy diciendo: supón que ya no tienes esta cosa que no te gusta, estos barros, esta arruga, estos kilos, este pelo de esta forma, no– qué tal si así como estás, te vieras absolutamente divina. Supieras que eres absolutamente divina. Te sintieras absolutamente divina, así como estás. O como decimos aquí: una chimba. Qué tal si fueras una chimba. Si te sintieras una chimba. Esa es tu tarea: mirarte al espejo como si fueras una chimba.
Y empezó mi tregua, porque lo cierto es que aquí, en este lugar frente al mar que me conoce de todas las maneras, siempre ha habido algo que criticar.
Si estoy muy flaca, me miro obsesivamente la nalga porque ya no tengo nalga.
Si estoy muy gorda, me miro obsesivamente la barriga abultada, los gordos que saca el vestido de baño abajo donde se encuentran las piernas con la cintura.
Si no he hecho casi deporte, me miro el brazo de tía.
Si tengo la piel de la cara vuelta mierda, me miro obsesivamente la piel de la cara vuelta mierda, mirando qué más puedo estripar, queriendo que su aspecto mejore, empeorándolo todo, claramente.
Si tengo la piel de la cara bien, pero la piel del pecho o de la espalda mal, pa’ allá se va toda mi atención, todas mis manos a sentir lo que no puedo ver.
Si tengo pelo largo, noto menos cantidad de pelo, noto el frizz imposible, noto el cuero cabelludo grasoso, la caspa, las puntas secas.
Si tengo la cabeza rapada pero ya me está creciendo mucho el pelo, noto que no me gusta tanto cómo se ve ya más largo [aunque esto último; cabeza rapada, ha sido una delicia].
Lo que sea.
Siempre algo, siempre una mirada crítica, siempre un motivo de complejo, siempre alguna inseguridad.
Pero llegó la parte de mi mente con su voz amable, con su voz fiera, esa voz que sabe algo que yo no sé, y me dijo: qué tal si fueras una chimba, proponiendo la tregua, izando una bandera blanca en nombre de la libertad.
Y me empecé a sentir una chimba, anclando certeramente mi tarea: sentirme absolutamente divina, así como estoy.
Hasta que llegó el mensaje de mi tía, y me tumbó –casi– al suelo, y se me olvidó –momentáneamente– mi tarea, la tregua.
Casi, porque tras mirarme obsesivamente durante –dos minutos, no fue mucho más–, la voz amable, fiera, que sabe algo que yo no sé, volvió a tomar las riendas:
Acordate de que esto es para vos.
Acordate de que si pretendés ser una mujer madura, una mujer de verdad, una mujer anclada en su cuerpo, con las güevas bien puestas, que sabe de lo que está hecha, que camina por el mundo sabiéndose dueña de ese mundo (de su mundo), ese mismo mundo te va a poner todas las pruebas y meterte en las arenas justas y milimétricas para pulirte, para permitirte convertirte en ella.
Acordate de que para enseñar lo que enseñás, tenés que caminar el camino vos primero, tenés que dejar tu sangre en la arena, tenés que convertir esas arenas que son tuyas en minas de oro –de esmeraldas, de zafiros–.
Acordate de que podés elegir que esto te tumbe, que vuelva la obsesión, dañarte el día, los días, convertirte en víctima de esos mensajes, de tu piel, de cualquier cosa.
O podés elegir vivirte tu arena por lo que es: esa fricción perfecta que vos elegiste, para hacer lo que estás aquí para hacer, para convertirte en la mujer que sos.
Y me acordé, y volví a mi tarea, y volví a mi arena –pero ahora con mis armas sobre el suelo– y volví a izar la bandera. Con la misma rabia, pero ya sin sangre en la cabeza, y ahora con una visión clara, nítida, y con una mente sin amnesia.
Le respondí (aunque la respuesta vino antes), y la dejo aquí porque tal vez sea un puente que le permita a otras personas atravesar sus propios incendios:
Ya te he dicho que no me hagas comentarios sobre mi físico
No recibo estos mensajes de ahora en adelante. Ya te lo he dicho varias veces
Por favor no me respondas con más mensajes como los anteriores, no son bien recibidos por mí
Gracias por respetar y entender
Para cerrar, dos poemas, el primero por mí, el segundo por Mary Oliver
Los dientes muy blancos El pelo contenido Los bostezos cubiertos Las uñas pintadas ⠀⠀⠀⠀⠀⠀ o por lo menos ⠀⠀⠀⠀⠀⠀ arregladas. La piel sin manchas ⠀⠀⠀⠀⠀⠀ sin arrugas ⠀⠀⠀⠀⠀⠀ sin cicatrices ⠀⠀⠀⠀⠀⠀ sin poros ⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ojalá, sin estrías ⠀⠀⠀⠀⠀⠀ definitivamente, sin ningún pelo ⠀⠀⠀⠀⠀⠀ en ninguna parte. La barriga plana La nalga grande Las tetas pueden ser chiquitas (ojalá no) ⠀⠀⠀⠀⠀⠀ pero paradas. Las piernas duras Las uñas limpias ⠀⠀⠀⠀⠀⠀ aunque nuestro hogar ⠀⠀⠀⠀⠀⠀ sea la tierra ⠀⠀⠀⠀⠀⠀ los pies descalzos No importa. Aquí lo que le importa a la gente que sigue dormida es todo lo que no tiene alma. Antisolares, pintauñas, botox, pastillas anticonceptivas, cosas duras que les meten por dentro y les dejan ahí, las cremas que valen un infierno de plata, sus componentes ilegibles. Compren eso Métanse eso Tómense eso Pásense la vida untándose eso Quitándose eso Criticando eso Endureciendo eso Aplanando eso Depilando eso Rebajando eso Matando eso Hagan lo de siempre. Sigan creyendo, que es lo que quieren. Sigan creyendo, que es lo importante. Olvídense de cuestionar, quién lo inventó. Olvídense de decidir, que ha sido suficiente. Da igual. Lo importante es ser un cuerpo muerto llegar a la tumba pero sin arrugas y sin manchas y con el peso ideal y ojalá con la carne dura. L.RR
Que el suave animal que es nuestro cuerpo, no sea un cuerpo muerto, y nos perdone, por toda la tregua que no le dimos.
Qué bello, gracias. Me recuerdas lo valiente que es crecer y aprender a poner límites a la familia, a la agresividad, a la obsesión. Gracias Luisa por compartir lo que sientes
Te leí en transmi y no me aguanté de la risa, los paisas hablan muy genial ;) En cuanto a tu mensaje, me ví ahí, a mi amiga igual. Desde que tengo razón me critico y la verdad también me da escosor que me hablen de mi acné, o de mis manchas o de lo que se refiera físicamente a mi. Aún me trató feito, pero hago algo de cuidado de lo que ahora es, como un apreciar lo que también está debajo y dejar de cagarme la existencia tanto con mis juicios internos y externos. Adoro los productos naturales y yo si me leo juiciosa los ingredientes para no hacerme la inconciente con lo que me meto, al menos con mi cremita y jabón. Gracias muchasss, te leo y me siento más acá que allá.