Noveno Fragmento Distinto
Sexo. Energía sexual. Vulnerabilidad. Arte. & lo real que nos habita, al servicio de la creación.
¿Cuando no tienes que escribir nada, qué es lo que escribes?
Tuve un sueño en el que estaba haciendo el amor con una persona (una cara que no significa nada en mi vida; una cara, un cuerpo, que puede ser la representación de mil caras, de mil cuerpos, de mil personas. Aquí la identidad es irrelevante).
En el sueño él esperaba hasta que no hubiera un ápice de duda de que yo estaba lista (y más que lista; anhelante de) para que entrara en mí.
Al otro día, escribí lo siguiente:
Sobre el sueño, a propósito del sueño, se me ocurrió este post que todavía no soy capaz de publicar:
Si un hombre no está dispuesto a esperarte todo el tiempo que haga falta hasta que estés lista para ser penetrada (abierta, y suplicándolo) significa que no es tu hombre, o que ese hombre tiene mucho por aprender (y tal vez lo sea, si está dispuesto a aprenderlo).
Como nota al pie de lo anterior, escribí:
Fuck. Hasta que estemos listas [para publicarlo] o antes de que estemos listas? No. Aquí nos movemos al ritmo de nuestra parte más lenta.
Inmediatamente antes de escribir lo anterior, tuve uno de los mejores orgasmos que he tenido en mi vida.
Por “mejores” quiero decir: largo (mucho, para lo que suele durar un orgasmo), electrizándome de pies a cabeza, manos, dedos, todo. Viéndome como una tormenta eléctrica (el ojo de la tormenta), disparando electricidad que salía de cada poro de mi cuerpo y que se fundía con el universo entero. Una explosión de luz, literalmente. Un orgasmo de cuerpo completo.
Yo no estaba buscando ese orgasmo, es más, desde hace ya un año y un poco más, estoy en la práctica de conservar mi energía sexual (que se pierde por completo en los hombres al eyacular, y aunque en nuestro sistema como mujeres funcione distinto, igual hay un gasto de energía, un “spilling”, cuando tenemos un orgasmo).
Estaba haciendo mi práctica diaria de SXBMB, una práctica en la que se trabaja con la energía sexual, creada por Perri Chase, mi profesora en este camino espiritual, práctica con la que llevo comprometida ya ese año y un poco más, y como fruto de la práctica llegué a ese orgasmo (otra vez, sin que el propósito de la práctica sea llegar al orgasmo ni sentir placer –simplemente pueden ocurrir– porque, por el contrario, en la práctica nos enfocamos en conservar y expandir esa energía).
Pues ocurrió, y aunque el hecho de que haya ocurrido me hable de una inhabilidad en mi sistema en ese momento puntual para sostener tanta energía atravesándome, fue una experiencia muy sobrenatural, tal como lo describo arriba (la definición de magia, y de poder).
La noche anterior soñé lo que les conté al inicio de este Fragmento.
Noté que estaba cerca a ovular; día tres registrando fluido cervical que me habla de fertilidad y de un terreno listo para concebir una nueva vida, y, por ende, se explica la alta excitabilidad en mi sistema, el sueño, el orgasmo.
Al otro día (hoy para mí), en medio de abundancia de espacio, de tiempo, de libertad para escribir sobre lo que fuera que quisiera escribir, llegó la frase:
¿Cuando no tienes que escribir nada, qué es lo que escribes?
En medio de unos minutos de semibloqueo, de semiparálisis, con la frase ya en mi sistema, porque: qué hago con este tiempo, de qué escribo si no tengo que escribir sobre nada en particular, entré a substack, y me encontré con un ensayo llamado: I Want You To Write About Sex de
.Me pareció sincrónico, pensando en que justo el día anterior había escrito ese post no publicado, y mi miedo a escribir públicamente al respecto.
Me pareció sincrónico que un día antes de eso, hubiera guardado este poema que les comparto aquí (*lo recordaba como más explícito de lo que en realidad es ahora que vuelvo a leerlo, pero se los comparto igual):
Me pareció sincrónico el sueño, al otro día el orgasmo, ese mismo día el reconocimiento de esas palabras que pidieron ser expresadas, y eventualmente, publicadas.
–En este instante giro la cabeza, aquí en el cafecito, sin haberla girado en casi dos horas, y me encuentro con un colibrí detenido frente a las flores del árbol que está afuera, justo al frente de mí, con mi cabeza girada–.
Me pareció sincrónico que hoy tuviera el tiempo, el espacio, para escribir sobre lo que fuera que quisiera escribir, y que la vida con sus susurros me llevara a escribir sobre aquello que evito escribir.
Porque hay un tema que toca cada fibra de mi ser (de mi vulnerabilidad) cuando contemplo la posibilidad de escribir sobre el mismo, de hablar sobre él, sobre ella, públicamente, y es el tema del sexo, de la sexualidad.
Es un tema importante en mi vida (saliéndonos del hecho de que es importante para todos los seres humanos, pero sé que me entienden), y lo ha sido desde mucho antes de que debiera serlo (aquí viene una anécdota curiosa, que reservo para más adelante), y sé que hace parte de mi linaje, y eventualmente, de mi servicio, pero todavía no estamos ahí.
En la segunda edición de Lo que queda después del sol, hay un nuevo poema incluido al final, en el epílogo (creo que vale la pena comprarlo solo por esos últimos dos nuevos poemas del epílogo), en el que hago alusión al sexo.
En otros dos poemas, en ambas ediciones, también.
Son los que más vulnerabilidad me generan, aunque en ellos no me detenga más que en nombrar una expresión como: hacer el amor.
El nuevo, el último, es un tris más explícito.
Antes de empezar a escribir esto, sintiendo ya las cosquillas que me decían: sobre eso es sobre lo que vamos a escribir, traté de distraerme (y de evitar hacer el trabajo) leyendo poemas sobre la naturaleza, de Mary Oliver.
Muy rápidamente, mientras leía los poemas (sin ser capaz de concentrarme en ellos), le dije a mi mente: ya sé lo que estás haciendo. Nop. No debemos estar leyendo a Mary Oliver con sus girasoles (amamos a Mary Oliver y a los girasoles). Debemos estar escribiendo sobre sexo. Fuck.
Ya escribiendo, y ahora mientras lo sigo haciendo, pensé: pero qué estás enseñando aquí, cuál es la reflexión aquí. Esto pa’ qué. Pa’ qué estás contando estas cosas. Dónde está el valor.
Y la parte real dentro de mí, le respondió a esa otra parte: es que acuérdate de que nosotras no somos solo coaches o profesoras. También somos artistas. Y hay cosas que escribimos, que creamos, simplemente, por amor al arte, a la creación.
Esta es una de ellas.
Arte como sinónimo de autoexpresión, de un cuerpo expuesto, de mundos interiores profundos que se convierten en hilos dorados, a la intemperie, llenos de belleza, de maleza y de letras, que compartimos, porque llegaron, pidiendo no ser arrancadas, y en cambio, ser escritas.
Mi propósito y mi servicio hoy no es enseñar sobre sexo ni sobre sexualidad.
Mi propósito y mi servicio hoy, pensando en este Fragmento de tiempo, es abrir una puerta, a esta parte de mi casa, a esto que también me habita.
Mi propósito es encarnar la valentía que soy, y poner lo real que me habita, al servicio de la creación.
Quedan grabadas así que puedes registrarte aunque no puedas unirte en vivo. Al registrarte recibes la grabación de la primera sesión, y las próximas dos clases son el 20 & 23 de septiembre.
Gracias Lu por este recordatorio: "También somos artistas". Por amor al arte y a la creación es que no nos fragmentamos y compartimos lo que somos, así completas.
Luisis gracias por esto, espectacular.