Me devuelvo 5 años atrás en el tiempo
Dicté mi primer taller de meditación de forma presencial (primer taller de todos, con independencia del tema y de la modalidad), el 12 de febrero de 2019.
Ahí todavía no había conocido a Santi, quien sería mi ancla para los talleres que vendrían después.
Así que en ese momento mi ancla era mi mamá, y por ancla quiero decir; aquella persona que me entregaba apoyo moral y sosiego, las horas previas al taller, en medio del terror y la ansiedad profunda, con el detalle de que mi mamá trabajaba todo el día, presencialmente (no se habían abierto las puertas al mundo virtual), y por eso aunque ella fuera mi ancla, casi todo el tiempo yo estaba sola, las horas previas a empezar, los días previos.
Por eso es que aquí me pregunto: ¿cómo lo logré?
Y me respondo: no sé.
Porque es que yo no exagero cuando les digo que la anticipación pensando en que iba a hablar en público próximamente (mi mar), se sentía como la muerte.
Pasaron los meses, empecé a dictar los talleres presenciales ahora de autoconocimiento llamados Lo que nos habita, y ahí ya había conocido a Santi (amigo), y él, también estudiante (con más tiempo libre que mi mamá para acompañarme), se convirtió en mi ancla, en el sentido de que pasábamos casi todos los días previos juntos, y el día de taller, él estaba conmigo las horas antes de iniciar, posibilitando que la ansiedad y el miedo no fueran tan apabulladores.
O corrijo; la ansiedad y el miedo eran igual de apabulladores, pero ahora ya no estaba sola con mi mente atravesándolos, sino que tenía a alguien con quien distraerme un poquito, con quien reírme en presencia del miedo.
Gracias, Santi.
Año siguiente
Iba a dictar la primera sesión del primer grupo de todos de Escribir para sanar, ahora de forma virtual, el 6 de mayo de 2020.
El día anterior: tuve una pelea, de las muy pocas que he tenido (prácticamente nunca), con mi mamá.
Mi rabia me superó, le pegué a las paredes, lloré lo que no tuvo nombre (toda una pataleta de niña chiquita, a mis 26 años, sí), pero en realidad lo que había detrás de esa rabia, era puro terror.
Terror a hablar en público el día siguiente, con ese primer grupo, que se manifestó como ese ataque de rabia (pero gracias al trabajo –NOS VEMOS EN NUESTRA ARENA!–, pude ser consciente de ello en ese momento –cuando había pasado el ataque–, y expresárselo así a mi mamá, y a mi mundo interior).
Y fueron pasando los meses, y con cada nuevo grupo, volvía el terror (no tan fuerte ni con crisis como esa primera vez, pero todavía siendo terror).
5 años después del inicio
Volviendo a este 2024.
Viajé a Bogotá este pasado 18 de abril para ser parte de la FilBo (Feria internacional del libro de Bogotá), con la presentación de la segunda edición de Lo que queda después del sol (ya resumí lo que fue esa experiencia, en este otro Fragmento de tiempo).
No hubo ansiedad los días previos.
No hubo ansiedad, ni terror, ni miedo, ni maluquera, el día de.
Claro, no voy a decir: “ay, ni me acordaba de que hoy por la noche voy a estar hablando en público”.
Tampoco.
Sí hubo una sensación muy leve, pasajera, como de anticipación, especialmente el momento en que me desperté ese día, y luego a las 6 de la tarde, a una hora de iniciar (ahí ya un poquito menos leve, pero tannn transitable).
Pero no hubo ansiedad, ni terror, ni miedo, ni maluquera.
No necesité anclas.
No le pedí a mis personas que me mandaran energía.
Estaba bien conmigo, en mi cuerpo, con una respiración tranquila, momento a momento, estando donde estaba.
Empecé mi día normal en el cafecito (antes, el día de, yo era absolutamente NO-FUNCIONAL).
Tuve mi práctica somática en mi casa antes de salir para el aeropuerto.
Manejé hacia el aeropuerto.
Almorcé en el aeropuerto al llegar a Bogotá.
Bailé en mi hotel.
De gestión en gestión, me fui yendo.
Fue un día normal, con mi presencia allí donde estaba.
Y qué tan increíble, es eso.
Y a esto es a lo que le llamo: romper el hechizo
5 años enfrentando mi terror a hablar en público (permanentemente), para que 5 años después, ese terror dejara de ser terror, incluso ansiedad, incluso miedo, incluso anticipación.
Esto no quiere decir que nunca más vaya a sentir miedo ni nervios ni anticipación pensando en hablar en público, porque tal como lo hablamos en nuestra charla de la FilBo:
Los procesos de la vida son no-lineales.
Usando la imagen de la espiral que Ana Franco Villegas (@mamaconamor) usó en el prólogo de Lo que queda después del sol, así son los procesos de la vida: espirales, siempre ascendentes.
Espirales en las que parece que retrocedemos, que volvimos a lo de antes, al inicio, pero que en realidad siempre nos están llevando hacia adelante (eso es lo que significa un proceso no-lineal), aunque se repitan situaciones, aunque lo que parecía que ya habíamos “chuleado”, superado, vuelva a presentarse con más intensidad que nunca.
Se presenta con más intensidad que nunca, y aun así estamos caminando hacia adelante, estamos creciendo, subiendo un nivelcito en la espiral, si abrazamos esa intensidad con la disposición de seguir haciendo el trabajo, de seguir rompiendo el hechizo.
Por eso, aunque no dudo que en el futuro seguirá habiendo miedo dependiendo del escenario particular de que se trate en cuanto a hablar en público, esta vez no lo hubo.
Esta vez experimenté lo que significa la palabra libertad, una libertad construida, tan trabajada, y por eso, tan mía.
Esta vez experimenté el resultado de romper el hechizo, y no por arte de magia, sino por arte de trabajo, de consistencia, de devoción hacia mi proceso, de firmeza amorosa en medio del mismo, sin prisa, pero sin parar nunca de caminar.
Esta vez me sumergí en la misma arena ya tan conocida para mí y para mi ego (hablar en público), siendo una persona distinta.
Y QUÉ TAN INCREÍBLE, ES ESO.
*
Empezamos NUESTRA ARENA, la próxima semana.
Cerramos inscripciones pronto tras iniciar.
Inscríbete aquí, y nos vemos del mismo lado del trabajo, de los hechizos rotos (poco a poco), para que esa libertad construida, trabajada, nuestra, nos encuentre en nuestro propio tiempo alineado.
Recursos adicionales
Cuando pienso en esa libertad construida, cuando pienso en habitar nuestro cuerpo en medio de lo aterrador (sea que todavía lo siga siendo, o sea que ahora habitamos nuestro cuerpo precisamente porque hemos roto el hechizo frente al terror), cuando pienso en el camino que espera, conduciéndonos de regreso a casa, esta es la canción que me acompaña: He Lives In you (Reprise)
Aquí una Carta Compartida que escribí para el substack: La vida a través de mis ojos, de María Carolina, que escribí precisamente inspirada por el terror que me ha generado hablar en público, teniendo en mi mente puntualmente la presentación de Lo que queda después del sol, primero en Medellín, y luego en Bogotá (cuando todavía no había sido).
Episodios recomendados de Lo que nos habita podcast (a propósito de prácticas, trabajo de ego, para ir rompiendo el hechizo, y a propósito de miedo y valentía):
93. Dos prácticas que nos apoyan a vivirnos distinto lo retador (aprender lo que no sabemos hacer)
89. La valentía para llevar a cabo cambios radicales de vida
87. Sobre el arte retador de empezar (y cómo sostener aquello que empezamos)
84. Sobre la decisión de hacerlo distinto + no haber podido hacerlo distinto antes
78. Por qué la valentía no es lo que crees que es (y qué SÍ es)
Y aquí el espacio que he diseñado para hacer el trabajo en compañía: NUESTRA ARENA.
Empezamos la próxima semana.
Nos vemos del mismo lado, y gracias siempre por leerme.