Llego de tres días felices con mis personas.
En esos lugares, con esas personas, no dudo de que pertenezco.
Transcribo:
Vuelvo de camping. Fue una chimba. Fui tan feliz. Me siento en casa. Me siento cómoda. Me siento amada. Siento que pertenezco. Siento que puedo ser yo tal como soy. Hay una respiración tranquila todo el tiempo. Un disfrute real, feliz, tranquilo.
Llevo también, dos días llorando.
Lloro fugazmente, hondo, sin motivo, como si un túnel subterráneo –me gusta la redundancia– lleno de agua se destapara, como si hubiera un escape, una necesidad de superficie.
Transcribo:
Siento este bajonazo profundo. Esta soledad profunda. Este vacío insondable. Sin fondo.
Este dolor está permitido.
Este dolor es válido.
Este dolor sí es mío.
Son las frases que cruzan por mi mente.
Sí. Ayer fue durito. Me dolía el corazón. Pero no era un dolor creado por mi mente. Era un dolor que nace en mis entrañas. Que cargo en mis huesos. Que me hunde a ratos, porque pesa. Un dolor real. Un dolor válido. Un dolor que reclama espacio. Un dolor que es mío para sentirlo. Un dolor que es de mi cuerpo, y no de mi mente.
Este dolor sí es mío.
Y lo sé porque no se queda mucho rato. Es decir; es cierto que su casa vive en mi cuerpo, que su casa es mi cuerpo. Pero cuando llega a habitarla –a habitarme– llega, se siente hondo, y pasados unos minutos, se va.
No es fruto de una historia mental interminable que me repito sin tregua. No es fruto de una fantasía. Ni de un “todo pasado fue mejor”. Es fruto de mis células que están vivas.
Es fruto de esta humanidad aporreada, estropeada a veces, mía, y por eso; perfecta, real.
Llevo dos días llorando.
Por el bajonazo lleno de soledad.
Por la belleza.
Por el amor que duele; de esos ronroneos que todavía no existen, de esos ojos de mis perros que me matan.
Por los tuyos que ya no están.
Por el dolor que duele; siempre vuelvo a los animales, ellos son mi grieta.
Lloro porque me duele todo el dolor, y porque me duele toda la belleza.
Lloro porque me siento amada.
Y lloro porque no estás vos, conmigo, bailando en la cocina.