Qué ocurre con el amor que ya no está
Cerrar los ojos para escribir. Tal vez así se siente el cielo. Unos ojos cerrados mientras se escribe, mientras algo más grande dicta, mientras a través de las palabras recordamos eso que nos habita, que parece no ser nuestro.
Creo que en este Fragmento voy a escribir sobre el amor. Digo creo porque no sé de qué voy a escribir, hasta que lo escribo. Hasta que los ojos se han cerrado y han vuelto a abrirse y las palabras ya están acá.
Ayer terminé de ver la película HER. Y digo que la terminé de ver ayer, porque me tomó tres días verla. No porque no quisiera verla, pero porque quise saboreármela (y porque no soy buena trasnochadora, y porque es larga).
No es una película nueva, ni desconocida. Ni para el mundo, ni para mí. He tenido a HER grabada en mis entrañas desde siempre, pero algo extraño me ocurre con ella. He amado esta película desde hace tanto tiempo, pero es como si nunca la hubiera visto. No sé si sí la vi antes, si la empecé y no la terminé como consecuencia de un juego de muy mal gusto del azar, si la terminé y mi memoria es tan precaria que se borró por completo, cada escena, todo, de mi mente, pero no creo.
Creo que siempre supe que era mi película, siempre supe que la amaba tal vez sin verla, o viendo solo el comienzo, o siendo consciente de la trama desde afuera, y finalmente, ayer la terminé.
Lo que sí sé es que es pura poesía, en sus diálogos, y en su humanidad.
Esto no es un spoiler: en una de las escenas, el protagonista dice que no ha firmado los papeles de divorcio, porque está esperando a que desaparezca todo el amor.
Está esperando a que desaparezca el amor.
Y aquí entro yo a hablar sobre el amor, sobre lo que creo yo de él.
El amor no desaparece. Se transforma, cambia, se convierte en algo que no era, o en algo que no es más, o en algo más grande, o a veces más chico, menos escandaloso, menos caliente (en el sentido, de que ya no quema, o no quema tanto), se convierte en algo más suave, o a veces en algo más desgarrador (transitoriamente), o menos. Se convierte, a veces, sí, en algo neutro, a veces difuso, a veces perdido en los días en que la memoria no lo arrastra, en que no lo recuerda. Pero no desaparece.
El amor no se va porque una vez llega, se queda. Al principio, llega gritando, sacudiendo las paredes, teniendo un cuerpo a través del cual experimentarse, teniendo huellas dactilares, piel, manos que se tocan. Al principio llega a sacudirlo todo, a expandirlo, a devorarnos con sus latidos. Y después, tantas veces, se va, siempre quedándose. Se va porque ya no hay cuerpos, ya no hay huellas dactilares, piel, manos que se tocan. Pero el corazón sigue ahí, albergando lo que existió. No necesariamente con su forma de antes (porque esos son los regalos del tiempo, que nos permite seguir sintiendo, pero sentir distinto), pero con el mismo espacio para sentirlo.
El espacio que alguna vez ocupó el amor, sigue existiendo. Sigue siendo ocupado por lo que fue. No con la viveza de su recuerdo, pero con la certeza de que existió.
Y al escribir esto pienso en el episodio de Lo que nos habita podcast: Amores gigantes, recomendado para quienes pretenden que un amor tan grande se vaya, cuando lo que nos hará libres es saber que podemos permitirle quedarse y que no por eso tiene que seguir existiendo en los días que son solo nuestros, en la historia que ya solo nosotras escribimos.
Así que.
Puedo firmar los papeles de divorcio, sin esperar a que el amor desaparezca del todo. Porque no lo va a hacer. Y que no desaparezca, no significa que siga estando atada a él, que deba seguir siendo una funambulista detenida en el aire entre lo que fue y lo que viene. Puedo, en cambio, empezar a caminar en medio del vacío hacia el otro lado de la línea, sabiendo que ese amor, distinto, sigue ahí.
Puedo firmar los papeles, y amar de otra forma. Puedo seguir amando lo que fue, sin que por eso siga viviendo una historia en la que el otro, ya no está escribiendo.
“Dear Catherine, I've been sitting here thinking about all the things I wanted to apologize to you for. All the pain we caused each other. Everything I put on you. Everything I needed you to be or needed you to say. I'm sorry for that. I'll always love you 'cause we grew up together and you helped make me who I am. I just wanted you to know there will be a piece of you in me always, and I'm grateful for that. Whatever someone you become, and wherever you are in the world, I'm sending you love. You're my friend to the end.
Love, Theodore.”
HER.