Empecé este Fragmento con el título: Sobre los procesos que toman tiempo, pero, renglón seguido, no sé por qué, transcribí el siguiente poema de mi libreta, el número 108, y tras hacerlo, y releerlo, y releerlo, y releerlo, sentí, que el tema sería distinto, y que el tema de: sobre los procesos que toman tiempo, será el tema de nuestro Cuarto Fragmento Distinto, que vendrá más adelante.
Aquí el Primer Fragmento Distinto: El dolor que es amor, y lo que eso significa
Aquí el Segundo Fragmento Distinto: Oda a la valentía y sueños imposibles
Aquí el Tercer Fragmento Distinto: Lo egoica que es la modestia (no siempre)
Aquí el poema
Canta como si no pasara nada porque nada pasa vida mía escribió Alejandra Pizarnik el vida mía, lo agregué yo. Canta porque estás aquí y dónde más podrías estar y por qué pretendes, irte si sabes que solo esta es tu casa y que el tiempo solo puede existir aquí. Sabes hace cinco años faltaste a la cita escribió Cristina Peri Rossi sabes ahora sé que fui yo quien faltó y soy yo quien sigue faltando. Sabes el relámpago partió el cielo en mil pedazos escribió L.RR yo lo vi romperse y hoy sé que ese relámpago y ese cielo también soy yo. L.RR 30/10/23
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Y qué quiero escribir aquí, si ya no voy a escribir sobre los procesos que toman tiempo?
Tal vez solo lo siguiente:
Ayer me vi con uno de mis grandes amigos, uno de los pocos con los que me veo frecuentemente, pero no nos veíamos hace más de un mes porque estaba de viaje.
Le hablé de lo que ha sido este mes para mí, y las lágrimas se resbalaban y se resbalaban por mis mejillas, aquí y allá, cuando tocaba uno y otro tema.
Pero hubo una constante en medio de la conversación que fue: estoy bien.
Se resbalan las lágrimas y le decía: pero yo estoy bien.
¿De pronto son solo emociones guardadas? Me dijo él.
Sí. Le respondí yo.
Emociones guardadas pensando en mi vocalización sobre las mismas, porque no las comparto con casi nadie, más que en mi arena con mis profesoras (nuestro equivalente a Valentía y a las llamadas de integración de Travesía, por ejemplo), y no lo hago hace rato.
Emociones no tan guardadas, pensando en mi escritura, porque ahí las derramo todas, continuamente.
Pero emociones guardadas, al fin y al cabo, pensando en esa voz de la que no habían sido dotadas en un buen tiempo.
Y tal vez les estoy contando esto, pensando en el relámpago que rompe el cielo.
Yo soy el relámpago que rompe el cielo en mil pedazos.
Y yo soy el cielo que se rompe
pero que siempre
sigue de pie.
Es decir, el cielo, por más de que se rompa, sigue siendo cielo, y sigue estando intacto, siempre.
Es decir, ese cielo sigue estando bien, porque es que todo siempre ha estado bien, vida mía.
Las tormentas podrán destruir los árboles las plantas quemar los campos inundar las casas pero el cielo permanece intacto en medio de las tormentas en medio de los incendios en medio de la ausencia aparente de sol. Y la tormenta –se acuerdan?– somos nosotras. Y no solo la tormenta. Si no el ojo de la misma. Los relámpagos. El huracán.
O tal vez no se acuerdan, porque no les he compartido ese poema sobre el ojo de la tormenta.
Pero lo que quise expresar con ese poema, y con lo que escribo aquí, no es una forma peyorativa de tormenta, en el sentido de que haya algo mal con ella, en el sentido de modo mártir y víctimas y mareas de emociones (también tormentas).
Sino en el sentido de:
Poder.
Y co-creación.
Y destrucción, para crear.
Ese poder del ojo de la tormenta, es nuestro.
Lo que hacemos con el cielo, con nuestro cielo, con cualquier cielo, es una co-creación con ese cielo, con nuestro cielo, con cualquier cielo.
Es decir:
Sí.
Somos el poder de la tormenta.
Pero ese poder, esa tormenta, no depende, solo de nosotras.
Y ahí es donde aprendemos, a bailar.
Y esa tormenta, que destruye tanto, es porque está limpiando los suelos, para lo que viene, en el tiempo que no existe todavía, para lo que va a crecer, en esa tierra que quedó mojada.
Yo soy el relámpago que rompe el cielo en mil pedazos. Y yo soy el cielo que se rompe pero que siempre sigue de pie. Yo soy la tormenta que arrasa El ojo de la misma La electricidad concentrada que se lleva todo lo que no es real. El pasaje. La puerta. Yo soy el agua que moja la tierra. Yo soy la destrucción aparente la que antecede a la creación. Y en esa destrucción aunque las lágrimas se resbalen recuerdo que estoy aprendiendo a bailar.
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Nos vemos mañana, 1/11, para el comienzo de lo inmenso, que no dimensiono todavía, de lo que será VALENTÍA 🦅🌞 (5 semanas caminando juntas).
Para aprender a bailar.
Para convertirnos en tormentas, de esas que crean.
Para dejar de pelear con la destrucción, porque hace parte inevitable de esta vida tan llena de todo, tan llena de tanto.
Para encarnar la energía de ese ojo de la tormenta (lo más poderoso que existe, y que no podemos, dimensionar). De electricidad, de sacerdotisas guerreras, que deciden dejar sus armas sobre el suelo (las armas del ego), para dejar de pelar, y en cambio crear, caminar, vivir, ahora desde un lugar real (haciendo, precisamente, trabajo de ego).
Para tener una arena a la cual llevar esas emociones guardadas, presentes, nuestras.
Para tener una arena a la cual llevar lo que nos está habitando, para aceptarlo, o trabajarlo, o aprobarlo, o aprender a quererlo, o a mirarlo distinto, dependiendo del caso.
Para, en últimas, hacer lo que estamos aquí para hacer, y hacerlo distinto, en compañía.
Valentía será nuestro último contenedor de coaching, a este precio, en un buen tiempo (o tal vez el último, a secas).
No veo la hora de sumergirme en esta arena con ustedes.