Empezó la maluquera (los nervios), una semana antes (llegó esta frase a mi mente, y en el instante en que llegó, aquí, en el cafecito lista para escribirla y empezar con ella un Fragmento, sentí las cosquillas).
Están aquí, las sigo sintiendo.
Empezó la maluquera (los nervios), una semana antes del lanzamiento de la segunda edición de Lo que queda después del sol (puedes escribirme por insta, o responder a este correo, para comprarlo! Vale 55 mil COP + 10 mil de envío).
El miedo no solo por la hablada en público (presencial), sino porque sería una hablada en público frente a un público conocido por fuera de mi contexto laboral: amigos, familia.
Mi vulnerabilidad se exacerba ahí.
Empezó la maluquera una semana antes; sentir que algo estaba mal, sentir un desasosiego sin aparente motivo (siendo muy claro), sentir una desregulación en mi sistema.
Tan conocida esa sensación.
Tan experimentada durante años sin pausa, siempre, antes de inicio de grupo de Escribir para sanar, por ejemplo, antes de exámenes de sangre, sin falta.
Tan acompañada de “qué maricada”, porque esa es la expresión, que siempre la acompaña (puro miedo, que parece rabia).
Tan no sentida hace tiempo, porque hace tiempo, no la sentía.
Y llegó.
Pero esta vez, fui muy tajante dirigiéndola (no deteniéndola, porque no detenemos lo que sentimos, pero sí podemos entregarle una dirección, y eso fue lo que hice).
Dirigiéndola en el sentido de aterrizarla: a ver, todavía faltan 6 días, 5 días, 4 días, 3 días, 2 días. No está ocurriendo hoy. No estamos ahí hoy. No hay necesidad de llevarte ahí desde ya. No tiene ningún sentido sumergirte en esos nervios, que son mentales, hoy. Tienes permiso de sentir todo esto, de estresarte, ese día. Antes no.
Y para mi mente, esta dirección es lógica, tiene sentido. Así que lograba relajarme (no del todo, pero cualquier cosita, es ganancia).
Se lo he compartido a mis alumnas: darnos permiso de estresarnos, de sentir el miedo, en plazos y tiempos puntuales, es muy poderoso, y muy intencional, y en mi caso; muy efectivo.
No significa, que lo hacemos una vez y desaparecen los nervios (ni haciéndolo mil veces desaparecerán, probablemente).
Significa, que lo hacemos todas las veces que los nervios mentales vuelvan (porque van a volver), cada que vuelvan, para entregarnos sosiego al verlos llegar, al sentirlos aquietarse aunque sea un poquito, y volvemos a hacerlo, todo de nuevo, cuando aparezcan otra vez.
Y esta herramienta, se la debo a mi mamá, que desde que era una niña (yo), llena de miedo y de anticipación por el miedo al inicio de clases otra vez, por ejemplo, me decía: acabaste de salir a vacaciones. Faltan dos meses para que vuelvas a entrar. La semana antes de entrar, tienes permiso de estresarte, no ya.
Se las regalo a ustedes.
*
Ahora.
Qué fue lo inmenso de esta experiencia, naturalmente precedida por los nervios (porque, por más de que llevemos mucho tiempo haciendo algo, como hablar en público, al miedo le toma MUCHO TIEMPO, en mayúsculas, desestructurarse):
Que esos nervios previos, no ocuparon tanto espacio como en el pasado, no fueron tan arrolladores.
Que en el momento inmediatamente anterior a empezar (el peor, cuándo la gente ya está ahí, cuando estamos en esos minuticos de limbo mientras terminan de llegar los últimos y no hemos entrado en materia), no me sentí morir, como antes.
Me detengo en ese punto dos.
Me sentí serena, me sentí anclada, me sentí en mi cuerpo, sentí apertura, sentí sosiego, sentí la certeza de estar donde estaba, sin ningún otro lugar donde estar, sin ninguna otra cosa que hacer, sin ningún miedo insostenible tratando de aplastarme (como se sintió en el lanzamiento de la primera edición de Lo que queda después del sol, en el que me sentí morir, literalmente, los minutos previos a empezar, en marzo del 2022).
Lo que escribí hace unos días en mi libreta (abarcando también el momento en que ya habíamos empezado) fue lo siguiente:
Hoy doy las gracias por ayer. Hoy tengo para agradecerte que ayer pude compartir con personas amadas. Que ayer pude entregarle a personas que querían recibirme. Que nos reunimos alrededor de lo que queda después del sol. Que hice lo que amo. Que me sentí como una mujer. Anclada en mi cuerpo en mi poder en mi embodiment. Permitiéndole a la verdad fluir a través de mí. Estando donde estaba.
*
Y así me sentí: llena del peso de la verdad, de la certeza, del estar en mi cuerpo, de estar conmigo, de estar abierta a estar donde estaba, tal como estaba, sin afán, sin urgencia. Y no hay nada más poderoso que eso.
Al terminar, uno de mis amigos me dijo: estabas en tu salsa (en lo tuyo).
Sí, le respondí yo.
Y así fue. Estaba en lo mío.
Pero eso no es nuevo para mí. Se los he dicho antes: yo empiezo, y los nervios desaparecen, ya sea dictando clase o en un espacio como este, me siento en mi lugar feliz. Enseñando, especialmente, me siento en mi salsa, estoy, en mi salsa.
La diferencia aquí fue: estar en mi salsa, haciendo lo mío, pero sintiéndome como una mujer, con un cuerpo anclado, con un sistema nervioso abierto y regulado.
Fue como si un interruptor se encendiera: pasé de los nervios por anticipación de la semana previa, a ese sosiego, a esa espera tranquila mientras las personas llegaban, a esa calma aunque ya lleváramos siete minutos pasada la hora de inicio, sin empezar, mientras esperábamos a mi abuela jajaja.
Y esta diferencia, no fue casual, no fue azar, no fue “ay, no sé por qué me sentí así”.
Esta diferencia, es el resultado de una construcción, y yo lo tengo muy claro, la tengo, muy clara.
Esa construcción empezó hace muchos años, cuando tomé la decisión de romper el hechizo con mis miedos.
Y, puntualmente, esa construcción empezó este año, al decidir empezar a sentar esos cimientos, para ser esa mujer que puede estar en su cuerpo, regulado, en su poder, abierta, segura, tranquila, de lo que es, y de lo que tiene por entregar.
Y ver los frutos del trabajo, eso, eso es muy inmenso.
Y tal vez lo que quiero extenderles a ustedes aquí es:
Empieza, para llenar a esas construcciones de ventanas por donde se filtra la luz.
Empieza, para que las feijoas nazcan, para que los frutos se sientan tan suaves, tan dulces, tan ácidos, tan deliciosos, en nuestras bocas.
Empieza, para que el miedo sea un compañero cada vez más cansado, de bailar.
Empieza, para que el tiempo que no existe todavía, nos demuestre lo equivocadas que estábamos, cuando no confiábamos en él.
Empieza, para escuchar a los caballos.
Empieza, para que lo impensable, e imposible, tenga cada vez más un chance de poder existir.
Empieza, para que las libretas se llenen.
Empieza, para que lo que te busca te encuentre.
Empieza, para que las potencialidades dejen de ser solo una utopía.
Empieza, para que la vida te entregue, no necesariamente lo que quieres, sino algo mucho más grande que eso.
Empieza, para que puedas mirar atrás, y ver las hojas que se han ido llenando a veces con furia, a veces con pausa, con ausencia de risa, porque se está viviendo esa risa, fuera del papel (poema de Lo que queda después del sol).
Empieza, para que falte menos, que antes de empezar.
Empieza, para que esa casa que es tuya, y que te espera, esté cada vez, más cerca.
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Gracias siempre por leerme.
Gracias a quienes me acompañaron a ver nacer al sol otra vez.
Gracias a quienes lo tienen en sus manos, y a quienes lo esperan.
Si quieres comprarlo, escríbeme.
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Si quieres escribir en compañía, y cerrar este año con mayor intencionalidad, nos vemos en el taller de cierre de Escribir de regreso a casa, este domingo 10 de diciembre a las 11 a.m., vía zoom.
Puedes unirte sin haber hecho los ejercicios diarios previos (no tienes que hacerlos, o sí, como quieras), y tienes acceso a la grabación en caso de no poder unirte en vivo.
Puedes inscribirte a Escribir de regreso a casa aquí.
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Si estás en Medellín y quieres escribir en persona, tenemos el último espacio de este año, esta vez solo presencial, el jueves 14 de diciembre: SOMOS LAS POETAS VIVAS, un taller de escritura expresiva, una excusa para sentir, y escribir, y rendirle un tributo a la vida, a la escritura, a la poesía (*no tienes que considerarte poeta para unirte, todas las personas que quieran escribir, escritoras o no escritoras, poetas o no poetas, bienvenidas).
Encuentras la info en mi insta, o responde a este correo y te la envío.
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Para cerrar.
Tenemos nuevo episodio de Lo que nos habita podcast, para escuchar en este inicio de diciembre. Se llama: Cómo vivirnos diciembre (y cualquier proceso) de forma más intencional. Se los dejo aquí.
Así que.
NOS VEMOS DONDE NOS VEAMOS.
EN LAS PÁGINAS.
EN LA ESCRITURA.
EN LA POESÍA.
EN LO QUE NOS HABITA.
AQUÍ.
GRACIAS SIEMPRE.