Estaba entre dos temas para este Fragmento Distinto, antes de sentarme a escribirlo; i) una Oda a la valentía, o ii) los sueños imposibles. Y pensé: hacen parte de un mismo universo, son un mismo tema, o yo puedo unirlos, con esta escritura nuestra.
Así que aquí estamos. Y voy a empezar por los sueños imposibles. O por mi sueño imposible. Uno de ellos.
Antes de empezar: abrimos las puertas para VALENTÍA, mi último espacio grandote de este año (5 semanas), el 1 de octubre. Abriremos con precio especial durante 48 horas.
Sueños imposibles
Mi sueño imposible, así, sin rodeos, es encontrar a la persona la que llevo buscado toda mi vida. Es poder decirle a mi mente, algún día, en el tiempo que no existe todavía: ¿Si ves? No era verdad que las relaciones no eran para nosotras. ¿Si ves? Nos quedamos. ¿Si ves? Encontré a alguien, con quien querer quedarme. ¿Si ves? Encontré a alguien, que se queda, que no corre, que no me dice, que ese miedo, no vale la pena.
Y sin embargo.
He dejado de buscar, de perseguir, de esperar a ese sueño imposible. He dejado de soñarlo, incluso. Y qué tanto duelo hubo al lado de esa decisión. Y digo hubo, porque llegó el duelo y yo me quebré con él. Completa. No dejé ninguna parte intacta. Así lo elegí. Y al quebrarme, completa, se abrió el espacio, aquí dentro, para sentir algo más.
Y lo que hoy siento, distinto, es el peso de esta sobriedad, de esta lucidez presente, que a veces pretende arrastrarme a lo viejo, al sueño imposible, dejar de ser ella: lúcida, es decir, dejar de estar aquí. Y a veces, yo la dejo, se me olvida la presencia, la sobriedad, la ausencia de fantasía, la decisión de ahuyentarla. A veces, lo hago sabiéndolo, sabiendo que estoy eligiendo irme, eligiendo no estar aquí, pero me traigo de vuelta; al peso de la vida sobria. Y cuando digo sobria, quiero decir; sin esa fantasía tan cabrona que me encanta. O que le encanta, a mi ego.
Cuando digo sobria, quiero decir: sin mi sueño imposible, sin soñarlo, porque ya, lo he soñado mucho. Es decir: he estado muerta en vida, inconsciente, intoxicada, por lo que no es, mucho tiempo, pensando, que eso, era soñar y qué tan hermosos, los sueños (sarcasmo, en este contexto).
Manifestar
La gente dice, que para manifestar algo, hay que atraerlo, pensarlo mucho, entregarle nuestra energía, visualizarlo, tenerlo en nuestro campo mental, sentirlo en el emocional.
Yo digo, que se vayan al carajo.
Que están equivocados.
Para manifestar algo anhelado, algo soñado, algo real, y desde un lugar real, hay que hacer las paces, radicalmente, con lo que es, con lo que hay, con lo que no hay, primero.
Y yo este año, hice las paces radicalmente, con el hecho de que no estás aquí. Y especialmente, con el hecho de que falta un buen tiempo, para encontrarnos.
Y cuando digo que hice las paces, en pasado definitivo, tal vez debería traer ese gerundio (?), sí, lo confirmé con google, gerundio: estoy haciendo las paces con el hecho de que falta un buen tiempo, para encontrarnos. Y que así está bien.
Y traje el gerundio, haciendo las paces, y no hice las paces, porque quien diga que cualquier transformación profunda, real, que llega hasta las raíces, y que posibilita así que crezca algo distinto, es rápida, está mintiendo. No sabe cómo, funciona esta tierra. No sabe cómo, funciona la alquimia.
Cabrones.
Miedo y valentía
Y quiero conectar ahora esto que les comparto sobre mi sueño imposible, con el miedo, es decir, con la valentía, porque, a fin de cuentas, son sinónimos. Sinónimos opuestos, pero sinónimos, al fin y al cabo (me excusan aquí los dogmáticos que dirían: estás hablando de antónimos, entonces. No. Estoy hablando de sinónimos opuestos).
Porque para dejar ir, para dejar morir, para matar un sueño posible o imposible, hace falta, primero, sentir mucho miedo. Y después, mucho valor. De coraje. De valiente. De corazón muy vivo. De camino del amor.
Hace falta, mucha valentía, para sentir ese miedo aterrador, que viene de voluntariamente elegir, abrirle espacio, a esa posibilidad que nos fractura el alma.
(Y, quédense conmigo: también vamos a hablar de los sueños a los que no matamos).
Por eso es que son sinónimos.
Porque la valentía, siempre nos habla de dosis inmensas de miedo.
Una persona valiente, sí o sí, es una persona llena de miedo.
Porque pa’ qué la valentía, si algo no asusta.
Porque qué falta de todo, que todo, sea fácil.
Y sobre el miedo, les comparto este aparte del libro de Alma Delia Murillo, La cabeza de mi padre, QUE ES UNA PEDRADA EN LA SIEN (el libro, todo):
Y con el miedo no queda más remedio que aliarse. Con el miedo no hay que entrar en guerra, sino en alianza, eso también se aprende con los años.
Y podemos decidir, aprenderlo ya.
Al miedo, lo amigamos, para poder abrir la puerta, cruzar el umbral, hacia algo distinto.
Aquí es donde aparece la manifestación real, y posible, y humana.
Manifestamos, cuando dejamos de pelear con lo que es. Manifestamos, cuando dejamos de aferrarnos al resultado. Manifestamos, cuando dejamos de creer, que en lo distinto, en lo manifestado, está la salvación, la seguridad, la felicidad ahora sí y para siempre, la tranquilidad anhelada, la ausencia de heridas supurantes.
Porque ahí, cuando ese es el caso, cuando ese es el resultado anhelado, el que está queriendo manifestar, es nuestro ego, que lo único que está haciendo, es pelear, con lo que es y pretendiendo que algo externo, lo llene, lo salve, lo ame.
[Viene nueva MasterClass sobre trabajo de ego en octubre.]
Así que.
Ejercicios de escritura
¿Cuál sueño imposible, puedes matar?
Y sé que aquí la gente del discurso “vive la vida de tus sueños” (también lo he sido) se va a revolcar. Porque “Luisa cómo se atreve a decir que no persigamos nuestros sueños”. Así. Lo he dicho.
Hay sueños, a los que podemos voluntariamente elegir no perseguir, porque mientras los sigamos persiguiendo, así, como siempre, desde ese lugar de intoxicación por fantasía, sin la aceptación radical de lo que hoy es, sin la aceptación por la ausencia de la materialización de ese sueño hoy, estaremos persiguiendo una ilusión de nuestro ego, para impedirnos estar aquí, o para hacernos creer, que allá estaremos mejor, cuando eso ocurra, cuando el sueño ocurra.
Ahora, porque la idea tampoco es que se revuelquen mucho, y la idea tampoco es que crean que no se vale soñar, a continuación les dejo la puerta abierta a ese mundo onírico, a ese mundo de las posibilidades, que puede ser cierto, que explico mejor y profundizo en este episodio de Lo que nos habita podcast:
Para dejarlo planteado también aquí, lo planteo en forma de un segundo y tercer ejercicio de escritura:
¿A qué posibilidad puedes darle vida dentro de la imposibilidad de tu sueño imposible? (lo entenderán mejor escuchando el episodio).
¿Quién estás dispuesta a ser, mientras ese sueño imposible cobra vida, incluso contemplado la posibilidad de que ese sueño imposible puede no ocurrir? Es decir, si supieras que ese sueño es en efecto imposible, cómo entraría la aceptación radical en la ecuación, en tu vida hoy, en la forma en la que vives hoy. Cómo cambiaría la forma en que te relacionas contigo, con lo que viene, con lo que hay.
Y ojo. No quiero que conviertan esas respuestas al primer y tercer ejercicio en respuestas de víctima: “entonces mi vida ya no tiene sentido, entonces para qué hacer tanto trabajo de ego, entonces cuál es el punto”. (Sí, pueden hacer pataleta, pero después, ser personas adultas. Y sí, pueden sentir el duelo y quebrarse, pero después, recomponer los pedazos, y recordar, que ya hay un espacio abierto, por el cual puede filtrarse la luz).
El propósito de estos ejercicios es que se lleven a esa versión de SACERDOTISA GUERRERA (hablo de esto en el Primer Fragmento Distinto), que está aquí para hacer lo que sabe que tiene que hacer, dejando sus armas sobre el suelo, rendida pero no rendida de derrotada, sino de dispuesta a rendirse ante lo que es, y que va a vivir su vida más inmensa, real y presente, con independencia de que esos sueños posibles o imposibles, cobren vida o no.
Ese es el propósito: llevarnos lejos, desde un lugar real, estando aquí. Llevarnos a lo REAL, y desde lo REAL, con nuestros pies muy firmemente anclados en la tierra, con nuestros ojos mirando al cielo (aunque a veces, como en mi caso, pensando en mi sueño imposible, la opción de amor era –y es– dejar de mirarlo), y sabiendo, que ese cielo, puede no tener el color que amamos, si lo estamos mirando, y que así está bien.
L.RR
Puedes leer el Primer Fragmento Distinto: Sobre el dolor que es amor, y lo que eso significa, aquí.
Aquí un post en Instagram de hace unos meses, donde hablo de mi experiencia con la sobriedad alrededor de la fantasía, es decir, a nivel mental y emocional, pensando en mi decisión de matar a mi sueño imposible, por ahora.
Y aquí el episodio de Lo que nos habita podcast donde hablo de mi experiencia con la sobriedad, especialmente desde un nivel físico, pero tocando aspectos de los otros tipos de sobriedad:
Y para cerrar, una Oda a la valentía
Somos quienes un día decidieron que había otra forma que tenía que haberla porque ¿es posible, que esta sea la vida? ¿que esto sea todo, lo que hay? Somos quienes un día decidieron darse el permiso que les había sido negado arrebatado robado Y declamar con sus manos con sus pasos con sus ojos ahora mirando al cielo La dueña soy yo. Yo elijo mi nombre. Y esta es la vida que hoy decido vivir construir llamar mía. Porque. ¿Cómo no? Cómo no decirle al viento al tiempo al sol que estamos listas para bailar llamarnos viento llamarnos sol Y decirle a ese tiempo que no existe todavía que sabemos que todo lo inmenso en él nos pertenece. Porque la vida recompensa a las valientes. Y las valientes somos nosotras. Y que mientras llega lo que no existe todavía nosotras las valientes decidimos estar aquí. L.RR
PD. Abrimos las puertas para VALENTÍA, mi último espacio grandote de este año (5 semanas), el 1 de octubre. Abriremos con precio especial durante 48 horas. Nos vemos del mismo lado.
Y me encantaría saber cómo te pareció este Segundo Fragmento Distinto. Puedes responder a este email, dejar un comentario abajo, o escribirme un DM por insta @luisarobledorestrepo.