No sabemos que hemos crecido, hasta que llegamos a la misma laguna, en la que nos sumergimos tantas veces antes, y nos damos cuenta, de que ya sí tocamos el fondo, de que nuestros pies sí alcanzan.
La laguna no se hizo menos honda.
Nuestras piernas se hicieron más largas.
Saben esa sensación, cuando un recuerdo cambia de tamaño, porque lo recordábamos inmenso, porque quien vivió el recuerdo, cuando seguía siendo presente, fue nuestro ser pequeño, nuestra niña diminuta, para la cual, todo era muy grande, y después, con un cuerpo ya adulto, al volver a lo que se convirtió en recuerdo, lo vemos tan chiquito?
Eso es lo que ocurre cuando crecemos; el espacio, la casa, la situación, la laguna, tienen el mismo tamaño.
Pero nuestro cuerpo, ahora es distinto; ahora es más grande.
Crecer no significa hacerlo mejor, porque, ¿qué es mejor?
Crecer significa hacerlo distinto.
Crecer significa amarnos cuando no podemos.
Crecer significa tener ojos que ven.
Crecer significa cultivar la libertad para elegir.
No puedo elegir si la laguna está o no está (si está, pues está); puedo elegir si me sumerjo en ella o no, y cómo, y evaluando por qué, y hasta cuándo.
El tema de este Fragmento Distinto llegó a mí después de tener una cita con un hombre hace relativamente poco, de la que les hablé brevemente en otro Fragmento, porque tras tenerla, y con ella todo lo que vino después, pude verme desde afuera, y sentir: aquí he crecido.
Esa cita fue para mí una representación gráfica de la espiral ascendente que es este campo de juego (Planeta Agua): llega una situación, la vivimos como podemos, y luego vuelve otra vez, ahora en un nivel superior, más adelante en el tiempo, casi idéntica, pero con un nosotras, quien la vive, ahora distintas (más grandes –si hemos hecho el trabajo–).
La situación me devolvió casi 5 años atrás en el tiempo, pues el hombre era el mismo; hizo parte, fugazmente, de mi pasado.
Me vi con 5 años menos, metida de cabeza en la laguna, sin herramientas, sin ojos abiertos para ver, sin libertad para elegir, pues quien elegía por mí eran mis patrones, mi default, mi wiring (mi ego).
Y me vi después, con 5 años más, observando la laguna desde afuera; misma laguna exactamente, misma situación, misma persona (yo), sin serlo: porque he crecido.
Misma persona, ahora con la libertad para elegir.
Ahora con la habilidad para hacerlo distinto.
Que hacerlo distinto no significa hacerlo mejor, porque, ¿qué es mejor?
Porque, incluso, si les contara los detalles, ustedes podrían pensar: eso no es hacerlo mejor, lo mejor habría sido esto otro (porque lo “mejor” es subjetivo, y egoico las más de las veces).
Distinto, actuando en coherencia con lo real (que podría ser contraintuitivo, e incluso, así se sintió, pero en realidad no era contraintuitivo, sino contraegoico, distinción de la que hablaremos en la primera sesión de NUESTRA ARENA, que empieza en abril, y que estará incluida en LRQNHASDLC).
Tuve la oportunidad para hacerlo distinto, aunque se sintiera contraintuitivo, y eso fue lo que hice.
Dammmmn girl (manifestación de orgullo pensando en el camino recorrido).
Pude darme cuenta: aquí he crecido.
Crecer es una palabra que se compone de una vida, de una suma de años, de errores, de aciertos, de repeticiones, de vacíos, de preguntas, de respuestas, de más preguntas, de lagunas que son las mismas.
Crecer es una palabra que no existe sin tiempo.
Crecer es una palabra cargada de lentitud, de procesos, de la decisión de intentarlo otra vez, del acto de caminar, sin prisa, pero sin pasa, con nuestros pies firmemente anclados a la tierra, y nuestros ojos mirando al cielo.
El desarrollo óptimo de un bebé se inhibe sin amor, sin seguridad, sin nutrición.
Como aquí seguimos siendo niños en cuerpos de adultos (por ahora); crecer nos pide dosis exorbitantes de amor (compasión, comprensión, aceptación, aprobación, perdón –aunque este último no haga falta–), porque estamos creciendo, aprendiendo cómo es que ahora, puedo sumergirme (o no), en esta laguna, de forma distinta.
Aprendiendo qué significa, eso de elegir.
Aprendiendo qué significa, eso de ver.
Aprendiendo qué significa, amarme cuando no lo logro.
Ejercicios de escritura
Cuál es la laguna que se repite en tu vida
Qué sería elegir algo distinto en presencia de la misma
¿Hay alguna situación hoy, mirando hacia atrás, en presencia de la cual puedas decir: aquí he crecido? (Y si es así, ríndete un tributo por ello).
Poema
Tal vez este poema no sea el más preciso, pero cuando supe que iba a sentarme a escribir este Fragmento, volví a él (está esperando desde hace siglos en mi archivo de poemas) y tal vez haya vuelto, porque es para alguien aquí.
–Y al releerlo, pienso que sí, que sí es preciso–.
Por Gabriel García Márquez
Hay un período cuando los padres quedamos huérfanos de nuestros hijos. Es que los niños crecen independientemente de nosotros, como árboles murmurantes y pájaros imprudentes. Crecen sin pedir permiso a la vida. Crecen con una estridencia alegre y, a veces, con alardeada arrogancia. Pero no crecen todos los días, crecen de repente. Un día se sientan cerca de ti y con una naturalidad increíble te dicen cualquier cosa que te indica que esa criatura de pañales, ¡ya creció! ¿Cuándo creció que no lo percibiste? ¿Dónde quedaron las fiestas infantiles, el juego en la arena, los cumpleaños con payasos? El niño crece en un ritual de obediencia orgánica y desobediencia civil. Ahora estas allí, en la puerta de la discoteca esperando no sólo que no crezca, sino que aparezca. Allí están muchos padres al volante esperando que salgan. Y allí están nuestros hijos, entre hamburguesas y gaseosas. Con el uniforme de su generación y sus incómodas y pesadas mochilas en los hombros. Allá estamos nosotros, con los cabellos canos. Y esos son nuestros hijos, los que amamos a pesar de los golpes de los vientos, de las escasas cosechas de paz, de las malas noticias y la dictadura de las horas. Ellos crecieron amaestrados, observando y aprendiendo con nuestros errores y nuestros aciertos. Principalmente con los errores que esperamos no se repitan. Hay un periodo en que los padres vamos quedando huérfanos de los hijos. Ya no los buscaremos más en las puertas de las discotecas y del cine. Pasó el tiempo del piano, el fútbol, el ballet, la natación. Salieron del asiento de atrás y pasaron al volante de sus propias vidas. Deberíamos haber ido más junto a su cama, al anochecer, para oír su alma respirando conversaciones y confidencias entre las sábanas de la infancia, y a los adolescentes, cubrecamas de aquellas piezas con calcomanías, afiches, agendas coloridas y discos ensordecedores. Pero crecieron sin que agotáramos con ellos todo nuestro afecto. Al principio fueron al campo, la playa, navidades, pascuas, piscinas y amigos. Sí, había peleas en el auto por la ventana, los pedidos de la música de moda. Después llegó el tiempo en que viajar con los padres comenzó a ser un esfuerzo, un sufrimiento, no podían dejar a sus amigos y primeros enamorados. Quedamos los padres exiliados de los hijos. Teníamos la soledad que siempre deseamos, y nos llegó el momento en que sólo miramos de lejos, oramos mucho (en ese momento se nos había olvidado) para que escojan bien en la búsqueda de la felicidad y conquisten el mundo del modo menos complejo posible. El secreto es esperar. En cualquier momento nos darán nietos. El nieto es la hora del cariño ocioso y la picardía no ejercida en los propios hijos. Por eso, los abuelos son tan desmesurados y distribuyen tan incontrolable cariño. Los nietos son la última oportunidad de reeditar nuestro afecto. Así es. Los seres humanos sólo aprendemos a ser hijos después de ser padres; sólo aprendemos a ser padres después de ser abuelos. En fin, pareciera que sólo aprendemos a vivir después de que la vida se nos va pasando. Gabriel García Márquez
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Que aprendamos, que crezcamos, con la vida, mientras pasa, y no después, cuando ha pasado.
Pero que recordemos, que solo podemos aprender, a medida que la vida va pasando.
Que es distinto, a que se nos vaya pasando, esa vida, sin vivirla, sin aprender, de las lagunas, que eran para nosotras.
L.RR
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Para crecer en compañía, para que la vida no se nos vaya pasando, sin elegir activamente algo distinto, nos vemos pronto en LO REAL QUE NOS HABITA AL SERVICIO DE LA CREACIÓN.
Y también pronto, en NUESTRA ARENA, incluida en LRQNHASDLC.
Nos vemos del mismo lado.