Nos conocemos de siempre.
La amé en un principio (lo preciso sería decir, que llegué amándola). Se me olvidó amarla en el medio –o mi adolescencia lo que hizo fue llevarme a pelear con ella– y volví a lo que éramos hace poco (aunque tal vez no del todo, tal vez falte todo lo que no ha sido, todo lo que no ha existido antes, esperando un después).
Volví a lo que había perdido de vista, a lo que dejó de ser importante, a lo que no recordaba que no era una pregunta, sino una respuesta.
La plegaria.
Desde hace ya dos años no uso el celular al despertarme.
Llevo la cuenta porque hace dos años (enero de 2023), tomé una polaroid y le puse la fecha y escribí en ella “the day i start coming back home”, y como soy una humana visual, la imagen de esa polaroid con la fecha y esa frase escrita en ella con un sharpie negro más grueso de lo que hubiera querido, no me permite olvidar.
La fecha.
La foto.
La frase.
En ese enero empezó un camino de regreso a casa (de tantos), del que me he desviado, al que he pausado, en el que me he perdido, para saber que voy a volverme a encontrar.
Me despierto y en vez de usar el celular, me preparo una bebida caliente, me la tomo con mis pies descalzos sobre la tierra helada, la misma tierra que recibe mis pies mientras desayuno, la misma tierra que recibe mis pies mientras saco a caminar (a correr) a mis perros, la misma tierra que recibe mi pecho sin ropa cuando me acuesto sobre ella, la misma tierra que me escucha susurrar, aunque mis labios no se separen:
Corazón a tierra Timo a tierraCorazón a tierra Timo a tierraCorazón a tierra Timo a tierra
Como si mi cuerpo necesitara oír esas palabras para permitirle a esa tierra impregnarse más allá de mi piel. Tocar mis huesos. Hacer de mi sangre un río tranquilo lleno de sol.
Mi sangre es un río tranquilo lleno de sol.
Mis huesos son la respuesta a la plegaria.
Mi piel, ya es de nosotras.
Hace unos días escribí sobre esto y cometí un error.
Quería escribir: corazón a tierra, timo a tierra, cinco minutos, diez minutos, piel a tierra. Pero en cambio escribí: piel a piel.
Un error acertado.
Corazón a tierra, timo a tierra, piel a piel.
La mía, la suya, tocándose, amándose, recordándose, volviendo a empezar.
Mi relación más estable es con la tierra.
Con mis perros.
Con el sol.
Cada que recibo el sol que “no debemos” recibir porque la vida en la tierra ha sido manipulada por dermatólogas (me excusan por usar el femenino aquí, pero creo que aplica, o tal vez no), por dermatólogos completamente desconectados de esa corriente subterránea que pulsa llena de vida en el centro del cuerpo, en el centro de la tierra, que le inyectan sustancias a las caras de mujeres (adolescentes) de 20 años, de 30 años, que permiten que el pulso de la vida se vaya muriendo, que incentivan que el pulso de la vida se vaya muriendo, lo que yo siento es que estoy sanando.
Cada que recibo el sol que “no debemos” recibir porque algo se ha apropiado de ese pulso que está vivo, lo que yo siento es que estoy sanando.
Cada que salgo a caminar (a correr) con mis perros lo que yo siento es que el tiempo está volviendo a empezar. Que ese tiempo existe. Y que es de nosotros.
Mi relación más estable es con la tierra que me penetra con su sol. Yo abro las piernas para recibirlo y que todo el dolor del mundo se extinga, aunque sea por un ratico, un ratico muy corto, aunque lo que dura, es suficiente.
Yo camino con mis pies descalzos como si fuera un pecado calzarlos (lo es).
Yo le susurro, a esa tierra que sabe algo que yo no sé: piel a piel, corazón a tierra, piel a piel.
Yo camino con mis pies descalzos de regreso a casa.
Con una piel viva llena de sol.
Con pulmones a los que les falta el aire, porque mis perros me han dicho que es hora de correr.
Lejos, y rápido, como si todo pudiera siempre, empezar otra vez.
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cualquier cosita es cariño.
paisa: persona de Medellín, Colombia (como yo).
Corazón a tierra, timo a tierra, piel a piel.
Amé 🍃 Cuando me siento perdida también vuelvo a la tierra. Si llegas a mi casa un día cualquiera lo más probable es que me veas caminando descalza en la manga con un café en una mano y un libro en la otra.