Me veo frente a una bifurcación; la encrucijada.
No es grande, pero existe.
Soy artista. Pero al mismo tiempo soy hija, y sobrina, y conocida de… (Y no digo nieta, porque, aunque lo soy, lo paradójico es que mi abuela —aquella respecto de la cual la brecha generacional es la más grande— lo recibe todo, sin juicio, sin que nuestro amor que no duele, se vea impactado).
El mundo —mi mundo, el más cercano— tiene una idea preconcebida, tal vez anacrónica, tal vez precisa o imprecisa —da igual— de mí.
“Luisita…”
Soy artista. Y por eso en mis manos viven todas las historias que no he contado.
Soy artista. Y por eso en mis manos viven todas las historias que puedo contar.
La bifurcación, la encrucijada:
Que las historias vivan, y que esa imagen preconcebida de mí, cambie, se actualice, se deteriore. Elegir el camino empedrado.
Que las historias sigan guardadas, y no darle a nadie nada de qué hablar, que esa imagen siga siendo la misma, y que mi nombre no esté en ninguna boca, comentando, preguntando, susurrando, cuestionando.
Seguir tranquila en mi cueva cerrada, sin tener que dar explicaciones, sin tener que confirmar o desmentir, sin tener que decir “es verdad” o “me lo inventé”, sin tener que poner la barrera que corta porque lo cierto es que:
Soy artista, pero no me interesa comentar mi arte.
No me interesa que mis palabras se conviertan en un tema de conversación.
No escribo y publico para hablar sobre lo que escribo.
Escribo y publico para escribir y para publicar.
Para que las palabras escritas, expuestas, abiertas, vivas, se conviertan en una casa ajena, en la que alguien más pueda entrar, y que ahora, compartimos.
Me veo frente a una bifurcación; la encrucijada.
Que mi vida sea mía.
O que mi vida sea para otros, dictada por otros, delimitada por la mirada del otro.
Es fácil, en realidad.
En la bifurcación, ya sé, que mi camino, es siempre, el camino empedrado.
El de la vida viva.
El de la tierra fértil.
El de las flores silvestres.
El de la libertad; incómoda, feral, mía.
Posdata: ojalá las personas no sintieran la necesidad de comentar lo que leen sobre otras (o lo que escriben esas otras), pero como así no funciona la mayoría de gente (y en efecto sienten esa necesidad), pues me recuerdo que es lo justo, es el precio que hay que pagar, cuando decidimos poner nuestro arte, al servicio de la libertad.
Aquí cuatro fragmentos de tiempo sobre las historias que viven en mis manos (algunas), que son una muestra de la elección del camino empedrado a la hora de compartir mi arte, es decir; de poner lo real que me habita, al servicio de la creación:
Noveno Fragmento Distinto: Sexo. Energía sexual. Vulnerabilidad. Arte. & lo real que nos habita, al servicio de la creación.
la vida viva <3 <3 <3